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El confinamiento ha suscitado oportunidades creativas y originales. Una de ellas las fotos que comparten en grupos de Facebook la gente desde sus ventanas. He visto elefantes de Sudáfrica, osos en Canadá, montañas azules en Italia, lagos tranquilos, ciudades vacías, jardines de todas partes del mundo. No podemos viajar. El verano se nos presenta distinto. Los planes cancelados. Pero podemos asomarnos a las ventanas de los demás. Que bonita oportunidad. La de ver desde otros ángulos, realidades distintas. Lejanas. Pero unidas por las circunstancias. Un virus, el Covid 19 que nos tiene paralizados e indefensos a todos.  “ Es la primera vez, posiblemente en la historia», afirma Isabel Allende, «que hay una sensación de que somos una sola humanidad”.

Veo esas vistas desde las ventanas y pienso en la ventana del apartamento de mi mamá en Bogotá. Imagino las montañas verde intenso, el sol de la mañana, los edificios de ladrillo contra el cerro. La calle que por lo regular esta siempre congestionada, con carros y llena de gente afanosa que camina de prisa, sin tiempo, ahora es otra. Hoy el que el tiempo pasa más lento. Está afrentosamente vacía, sin la señora de las flores, sin el malabarista de las pelotas, sin esa economía informal, sin la gente que la está pasando mal sin su sustento. Sin ruido, en silencio. Un silencio, me cuentan, que se ve interrumpido por mariachis, vallenatos o música llanera que vienen a dar conciertos a cambio de unos centavos que la gente manda desde sus ventanas. Esa es la creatividad y la alegría de mi gente.

En contraste, una realidad muy distinta contemplo desde mi ventana. Mis montañas no son verdes, sino rocosas y desnudas. Vivo en un barrio tranquilo en una ciudad mediana, en el estado de Texas en Estados Unidos. Pero no solo el paisaje es diferente, aquí pasa el mismo tráfico de siempre. No hay confinamiento obligatorio. Mi vecina sale en su carro con su faldita de tenis, veo gente que juega golf, que se acercan unos a otros, sin cumplir con el distanciamiento social. La gente se empeña en seguir su vida. Los negocios están abiertos. Aunque los números de infectados crecen vertiginosamente. La política por aquí le da prioridad a la economía.

Uno de mis vecinos ondea la bandera de Estados Unidos en su jardín. Se acerca la fiesta nacional del 4 de julio, la conmemoración de la independencia, el día en que los americanos celebran con orgullo la fiesta en la que normalmente hacemos picnics y barbecues, vemos juegos artificiales y nos vestimos de bandera. Sí, yo también lo hecho, porque soy también ciudadana americana. Me nacionalicé hace algunos años. Aquí han crecido mis hijas. Este país nos ha dado muchas oportunidades. Pero este año es distinto. Me dice una amiga mexicoamericana que ella no tiene ganas de adornar el frente de su casa, como todos los años, con la bandera y sus colores. Estamos tristes. No tenemos ánimo patriótico. En el resto del mundo nos miran con horror. Al día de hoy se reportan 2,545,250 casos de coronavirus y 126 mil muertos. En Texas los casos se doblan cada día. Pero no son sólo los números. Son ademas las manifestaciones de egoísmo y miopía las que más sorprenden.

Y es que hay otra realidad que también hace parte de mi ventana. La que contemplo aterrada junto con los casos que suben vertiginosamente. Esa gente que grita y escupe en tiendas y supermercados porque les piden que usen tapabocas. ¿Por qué arman tanta alharaca con una medida tan sencilla que nos protege, que protege a los demás? Que no los pueden obligar, que no les pueden coartar su libertad, aseguran. Me sigo preguntando ¿qué es lo que entiende esta gente por libertad? Me queda claro que los mueve un profundo sentimiento de invulnerabilidad, se sienten todo poderosos, como si no fuera con ellos, pero además son egoístas, tristemente prepotentes.

Prepotentes como el presidente que ha despertado y que valida todos esos sentimientos. Porque son sus seguidores los que protagonizan esas pataletas. Aquí en lugar de destacar la solidaridad, la creatividad y las manifestaciones generosas que se han visto en otros países, lo que le mostramos al mundo es el egoísmo, la barbarie y la ignorancia liderada por Trump. “…No sabemos si se recuperará, pero de momento, el país que ha detentado la hegemonía mundial durante más de un siglo por haber sabido atraer lo mejor de la inteligencia científica mundial, es ahora mismo incapaz de aprovechar la ciencia y el conocimiento disponible. Y lo que es peor, está en manos de alguien incapaz de comprender la dimensión de su ignorancia”. Afirma Milagros Pérez en El Pais de España.

Algunos aseguran que es el comienzo de la caída del imperio. ¿Estaremos en el lugar equivocado, como dice el comercial? Quisiera pensar que no. Vienen las elecciones y me gustaría abrir mi ventana a la esperanza…

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