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En estos días de post-elecciones aquí, en EE. UU., mi hija de 18 años me hizo el siguiente comentario: “En 3ro de primaria fue la primera vez que noté que yo era diferente. Mis amigas me preguntaron por quien votaría si pudiera hacerlo- se trataba del segundo termino de Obama- y yo les dije que por el actual presidente que promovía la educación, pero que mis papás no podían votar. Yo noté que ellas no entendían nada y todas afirmaron que sus papás votarían por el otro candidato. No solo mi elección era diferente. La situación de mis papás también”.

He dicho en otras ocasiones que cuando uno sale de su país no piensa en estas cosas. Cuando se es joven uno cree que tiene muchos años por delante, empaca los sueños y se va, quizá con la idea de volver, pero la vida da vueltas, ofrece limones en polvo y uno, sin saber hacer limonada rosa, hace jugo de lulo y al final se queda. Se queda y tiene hijas gringas, pero con el sello hispano (a mucho honor, por supuesto). Pero eso significa que van a ser las de los papás con acento, que para los amiguitos en la casa de uno se comen cosas raras y que no saben lo que es la tradición del queso y la salsa en el superbowl. Pero además para los que emigramos y contamos con el privilegio de poder obtener la ciudadanía, el tema de votar en el país que te adopta no solo es una gran responsabilidad, sino que tiene una perspectiva muy diferente a la que puede tener una persona blanca nacida en EE. UU e incluso a la de los colombianos que no viven aca.

Si algo probaron los resultados de estas elecciones en Estados Unidos es que los hispanos no somos una masa amorfa. Los 32 millones de votantes de origen latino son muy importantes y ayudaron a cada candidato. Pero no existe lo que era considerado como el “voto latino”. De acuerdo con datos, en las encuestas realizadas el día de las elecciones Biden captó 66 % de este grupo en todo el país, el mismo porcentaje de Hillary Clinton en el 2016, mientras que Trump obtuvo 32 % contra 28 % del 2016. En la Florida y en Texas contribuyeron al triunfo del Presidente en esos estados.

Aunque no estoy de acuerdo con la manipulación de la información del partido Republicano, para apelar a la comunidad latina apuntando a los valores religiosos en Texas y al miedo al socialismo en Florida (comparando al candidato demócrata con personajes como Maduro o Castro), lo que es claro es que supieron conectar con esta población de manera diferente, porque apelaron a la cultura y al miedo de un grupo de gente que han huido de sus países.

Considero que se dejaron llevar por teorías falsas. No puedo entender cómo se pudieron ver representados por un personaje que encarna la exclusión y el rechazo para nuestra gente.

Sin embargo, en general, la lección que dictan los resultados de la elección es que los dos partidos van a tener que reconocer que existe una gran diversidad cultural entre los hispanos y que, sobre todo, hay muchas circunstancias que deben aprender a entender y reconocer para poder conectar con cada uno de nosotros. Ese venezolano que huyó de su país por la tiranía de un gobierno no tiene nada que ver con el mexicano bicultural que vive en la frontera o con uno de tercera generación que nació en Boston y fue a Rice University, ni menos con un puertorriqueño de Nueva York.

El otro tema es que nuestra perspectiva es muy diferente cuando uno vive aquí, que cuando se miran los toros desde la barrera. Eso no lo entienden ni los parientes que opinan desde Colombia. Entiendo que para muchos sea impensable, por ejemplo, que uno le tenga miedo al racismo o a la discriminación. Les parece que eso no tiene nada que ver con ellos. Pero es real y lo hemos vivido, incluso, viviendo en la frontera, en una ciudad prominentemente hispana.

Por la circunstancia que sea elegimos vivir en este país con el rotulo de inmigrantes y hoy miro al futuro con esperanza. Como lo dijo la vicepresidenta elegida, Kamala Harris, en su emotivo discurso de victoria: “porque cada niña que está viendo lo que ha ocurrido esta noche, vea que este es un país de posibilidades”. Esa es la razón por la que estamos aquí y así debe ser: un país que realmente acepta la diversidad, en donde debe haber posibilidades para todos, para surgir y salir adelante. Algún día, cuando mis hijas estén triunfando, también quiero que digan como Kamala que están orgullosas de su madre, de esa mamá que siempre las empodera y que cree que es posible que una mujer como ellas, hija de inmigrantes y no blanca, puede lograr lo que se proponga.

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