No sé si mi vida antes era mejor. Lo que si tengo claro es que era mucho más tranquila, más básica, más precaria, más feliz. Bastaba un balón de fútbol para estar alegre. Correr sin pisar las líneas, silbar para que los compañeros de juego salieran, tomar onces donde los amigos y que la mona de pecas nos sonriera.
Pero pasó el tiempo y todo se hizo más complejo o tal vez más complicado. Las redes, los medios digitales, la web, cambiaron y para siempre, la forma de relacionamiento entre las personas. Colombia no está por fuera de esa tendencia. Por el contrario somos uno de los principales animadores a juzgar por las cifras de varios portales especializados como Social Bakers y de las mismas oficinas de FB y TW para la región:
– Colombia con 17,3 millones y ocupa el tercer lugar de Latinoamérica en la lista de usuarios de Facebook.
– Bogotá́ es la ciudad con más cantidad de usuarios de Facebook en Latinoamérica y la quinta en el mundo, pues tiene 6,1 millones de cuentas registradas,
– Según los últimos estudios publicados, Colombia ocupa el puesto 13 en el ranking mundial de usuarios en Twitter con más de 16 millones de cuentas registradas, aunque solamente 4.4 millones, activas.
– El promedio de horas a la semana en redes sociales en el mundo es de 7, mientras que en Colombia es de 9.
En estas épocas de redes sociales, teléfonos inteligentes y dedos parlantes, la amistad se mide en gigabytes y por eso entre más amigos se tienen en Facebook, más solos nos sentimos, entre más tuits escribimos, menos voz tenemos y no sé si estar en Tinder y en Foursquare es un síntoma de modernidad o de deterioro. Las redes sociales nos han evitado esas amistades que nacían por contagio luego de tomarse una gaseosa entre tres o el miedo incontrolado en las negociaciones previas al noviazgo, bien para cuadrarlo o bien para terminarlo. Hoy basta un mensaje por whastapp y la relativa calma que nos brindan las dos rayitas de recibido. Los gobernantes de antes mandaban por decretos y por leyes, comunicaban por edicto y ordenaban por memorando. Por eso tal vez eran respetables. Sin embargo, el mundo se llenó de mandatarios que tuitean y por lo tanto opinan y dicen, sin que sus ciento cuarenta caracteres tengan fuerza de ley, porque en la red no pasan de ser un ciudadano más al que se le controvierte, se le trolea, se le insulta, como a cualquiera. Antes se sospechaba y se seguía a pie. Hoy se hackea y aunque la vieja costumbre de echar a rodar maledicencias se conserva, se han cambiado las chismosas por los profesionales del insulto digital.
Pero claro, no se trata de decir que todo tiempo pasado fue mejor. No he llegado a esa edad. Por el contrario, me gustan las redes sociales, las uso e intento vivir de ellas. Lo que pasa es que tal vez prefiero los amigos a los seguidores…
Los invito a @malievan
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