Hay tantas razones que nos impulsan a dejarlo todo y salir de nuestra burbuja, de nuestra zona de confort. Razones profesionales, de estudio, por la inseguridad de nuestros países, por amor a los hijos y querer brindarles un mejor futuro ¡Emigrar es de valientes!
Yo, por mi parte, pienso que lo que nos mueve a tomar esta gran decisión, es el amor a uno mismo, a saber que en algún lugar del mundo, merecemos y podemos tener una vida mejor.
Emigrar no es solo conseguir una visa, es recordar quiénes somos en nuestros países y lograr ser una mejor versión de nosotros mismos. Emigrar es un proceso enorme, lleno de pasos a seguir y de preparación. Un momento decisivo donde cada detalle -desde la elección del programa de estudios, pasando por la planificación de tiempo y dinero, hasta conseguir ese empleador que nos ayudará a llegar por la vía de trabajo– cuenta para evitar una visa negada.
Pero hagamos una pausa en esto y hablemos de dos temas reales que vienen incluidos en la migración: el miedo y la soledad.
Uno de mis miedos más grandes cuando decidí quedarme en Canadá era el hecho de estar sola. No solo desde el punto de vista del amor, sino de todo lo que implica empezar de cero.
Estar lejos de nuestra familia, amigos, casa, de las calles en donde crecimos. En mi caso, de la arepa recién cocinada en la mañana, la neblina sobre las montañas de mi Venezuela, en fin, de tantas cosas que no pude incluir en dos maletas de 23 kilos cuando me fui.
Pero seamos sinceros, emigrar no es solo decir adiós, es también, despojarte de lo que fuiste alguna vez, es ser resiliente para volver a construir una nueva vida. Es reinventarte y volver a descubrirte en medio de un contexto totalmente diferente y desconocido para ti, junto a culturas y personas nuevas, idiomas que pueda que no domines al 100%, sabores, olores, en fin, todo un reto.
Estando aquí en Canadá, pasé varios días en soledad, donde tuve que ir al cine a ver una película yo sola, o donde observaba con un poco de nostalgia a grupos de amigas riéndose en el metro o en la calle mientras con tristeza recordaba a las mías, a mis hermanas.
‘’La soledad es algo real, pero está en nuestras manos elegir no estar solos’’
Estar lejos me ha permitido valorar a mi familia y lo que algún día no aprecié, me ha enseñado observar de forma diferente la naturaleza, por ejemplo. Agradecer el verde de los árboles y el color de las flores que regresan cuando llega el verano. Ver cómo la naturaleza explota cuando la nieve se derrite y abre paso a ese espectáculo visual que solo la primavera y el otoño pueden darnos -sin dejar de lado la magia de la navidad-.
Hoy, casi 8 años después, y a pesar de esta reflexión, les digo algo: ¡NO TENGAN MIEDO! Les aseguro que hay una aventura maravillosa y llena de aprendizajes que está afuera esperando por nosotros, para poder comenzar. Hay una cantidad de personas hermosas dispuestas a ayudar, y aunque no lo crean, aún existen, y de su experiencia podemos aprender.
‘’Soñar va más allá de los límites de nuestras fronteras’’
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Por Laura Urrego de Immiland
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Estudiar una maestría en Canadá siendo mesera es posible ¡Mi historia!
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