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Ya tenemos que superar la discusión sobre las plataformas digitales que les ofrecen a los ciudadanos el servicio de transporte. Estas llegaron para quedarse, aunque no les guste a algunos taxistas.

Que estos últimos tienen que pagar planillas, impuestos, cupos de los carros, etc., no es ninguna limitante para que los privados puedan prestar el servicio. Tampoco es cierto que se vayan a quedar sin trabajo. Lo que tienen que hacer es reinventarse y unirse a la nueva realidad.

Poco a poco el valor de los cupos de los taxis va a dejar de existir y seguramente se va a reducir en algo el número de amarillos que circulan por las calles, no porque las plataformas los vayan a acabar, sino porque estos van a resultar trabajando para aquellas. Como ya lo están haciendo muchos, que decidieron vender sus vehículos y comprarse uno particular.

Ya es hora de legalizar las aplicaciones de transporte (Foto El Tiempo)

Ya es hora de legalizar las aplicaciones de transporte (Foto El Tiempo)

Además, muchos de los que decidieron seguir con sus taxis, se hermanaron con las plataformas y están haciendo un buen negocio, porque ya se puede pedir un taxi a través de Uber, o Didi, o Cabify (Tappsi Easy) y hasta existen plataformas de los propios taxistas como la de Taxis Libres.

Les va mejor con las plataformas, porque cobran más que la carrera normal. Y saben de antemano para dónde van, sin necesidad de andar rechazando carreras en la calle. Toman solo aquellas que les convienen, sin pelearse con nadie. Y hasta hay la posibilidad de que el pasajero dé propinas, desde 1.000 pesos, para que llegue más rápido uno de los servicios en momentos de congestión. El mundo ideal para los taxistas.

Lo que sí hay que hacer es reglamentar muy bien esas plataformas. No es solo aprobarles el servicio y mirar cómo se les puede sacar plata cobrándoles impuestos. Hay que exigirles calidad en la prestación del servicio, respeto para con el pasajero y transparencia. 

Hasta el momento las plataformas han carecido de esa transparencia. Son unas aplicaciones que existen ahí, pero que nadie sabe dónde funcionan, qué teléfonos de servicio al cliente tienen, dónde se pueden quejar (aparte de los limitados servicios de ayuda), ni cómo se pueden defender de ellas cuando lo necesitan.

Nadie sabe cómo escogen los conductores, si en realidad todos ellos son fiables (aunque se piensa que sí), dónde se puede impugnar una decisión en contra de un pasajero.

En una reglamentación de las plataformas se deberían incluir aspectos como los siguientes:

  • Exigirles que tengan una línea telefónica gratuita para atender los reclamos de conductores o pasajeros o para solucionar cualquier inconveniente.
  • Deben tener también un link en su página web, fácilmente visible, a través del cual los pasajeros y conductores puedan poner una PQRD o dar sus opiniones o resolver sus dudas, con la obligación de responder en determinado tiempo.
  • Deben tener un reglamento disciplinario para los conductores, en el que se incluyan unas reglas estrictas para que puedan trabajar con la aplicación. Entre estos, que no tengan comparendos, antecedentes penales, fiscales, disciplinarios, de policía. En esta selección está el valor agregado de las aplicaciones.
  • Entre esas normas debe haber unas que sancionen a los conductores que dejan esperando a sus pasajeros o a los que cancelan los servicios cuando ya han reservado, que son dos de las costumbres más arraigadas.
  • Debe establecerse, desde un comienzo, un debido proceso para cuando decidan bloquear a un pasajero o a un conductor o cuando requieran tomar una acción sancionatoria.
  • Y debe designarse un responsable de la inspección, vigilancia y control de esos servicios. Sería lógico que lo hiciera la Superintendencia de Industria y Comercio y no la Superintendencia de Transporte. Ninguna de las dos ofrece garantías de una buena labor en ese sentido, pero hay que escoger una. No debe quedar en manos del Ministerio de Transporte ni del Mintic, porque ahí sí jamás serán fiscalizadas.

@VargasGalvis

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