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Odio manejar. Sudo y me pongo nerviosa de tan solo pensar en conducir un carro por los trancones de Bogotá, en la posibilidad de quedarme varada en alguna vía importante, en tener que dar vueltas y vueltas mientras encuentro un parqueadero, o en tener que mirar muy bien a la derecha y a la izquierda por si me aparece de sorpresa un motociclista a toda velocidad. Y ni hablar de los peatones despistados que van caminando mientras miran su celular.
También tengo la firme convicción de que desplazarme en transporte público es más ecológico y económico, aporta al bienestar general y le permite a uno vivir más su ciudad. En mi caso particular, me gusta moverme sin tener que preocuparme por la gasolina, el aceite y el buen estado del motor de un carro.
Soy y he sido usuaria de transporte público toda mi vida y defiendo el TrasnMilenio y el SITP. Es cierto que no siempre tengo que atravesar la ciudad de norte a sur o de occidente a oriente para ir a trabajar y que tampoco tengo que moverme todos los días a horas pico, pero cuando voy en el TransMilenio a las seis de la tarde y veo cómo dejo atrás la fila de carros quietos agradezco no ir en uno de ellos. Existen horas en las que la mejor opción para llegar a un lugar es este medio transporte. Es imposible a las 7 de la mañana moverse entre el sur y el norte sin gastarse más de hora y media a paso de tortuga. Mejor camina uno un poco más, utiliza las estaciones y llega más pronto. Siempre creo que es más práctico ir al centro de Bogotá en TransMilenio que en carro, por ejemplo, así vaya espichada y con la cartera bien agarrada y cerrada para evitar que me roben.
Que va muy lleno, sí, que es inseguro, también, pero aun así para mí es mejor opción que manejar. De hecho, ya fui una vez víctima del cosquilleo en uno de los articulados y me quitaron mi billetera y mi celular. Eso sí, lo que no creo es que la inseguridad sea un problema exclusivo del sistema de transporte, más bien es un horror en toda la ciudad. A mí me han robado en un bus, también se han llevado mi cartera de un café, de una pizzería y mi billetera de un almacén muy grande de objetos para el hogar y para la construcción. Y nada ha sucedido por mi despiste, todo se ha debido a la habilidad de unos rateros que uno no alcanza a imaginar. A mi hijo lo detuvieron en la calle, le sacaron puñal y se le llevaron el celular que tenía en el bolsillo.
En cambio, la mayoría de buses del SITP tienen buena iluminación con lo cual uno se siente más seguro si ya está oscuro en Bogotá. Recogen y dejan pasajeros en donde toca y muchos de los usuarios ya se han acostumbrado a hacer fila en los paraderos. El problema grave es que uno siente que no están organizados los tiempos en que pasan las rutas. Muchas veces uno ve que pasan seguidos varios del mismo número, mientras otros tardan hasta media hora en aparecer.
La verdad creo que uno de los problemas de fondo para moverse a pie, en carro o en servicio público en Bogotá es la agresividad: miradas con rabia, empujones en los andenes cuando uno camina, madrazos en los semáforos, ciclistas y motociclistas atravesados, conductores que no respetan los pasos peatonales, peatones que no usan los puentes para ellos, choferes que cierran a otros, insultos a quienes caminan. Pareciera que quienes vivimos en Bogotá nos desplazáramos iracundos.
Para mí, al sistema de transporte de Bogotá lo que le corresponde y a la inseguridad y la ira de esta ciudad que las autoridades las tomen por los cachos.

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