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Entre los “tumbados” por Estraval no todos son ingenuos que terminaron embaucados, engañados y perdieron sus únicos ahorros. Lo siento profundamente por ellos, pero la verdad es que muchos de los llamados inversionistas resultaron ser también personas conocedoras del sistema financiero que por agalludos se la jugaron por una tasa de interés muy superior a la que ofrecía legalmente el mercado.

Siempre que suceden este tipo de robos en el país se le recuerda a la gente que sospeche cuando le pintan ganancias tan altas, porque de eso no dan tanto. Pero a pesar de ello, muchas personas siguen creyendo que hacer más plata es tan solo cuestión de astucia y que todas estas opciones que pintan pajaritos de oro están hechas precisamente para ellos que sí saben ver las oportunidades y aprovecharlas.

Conozco corredores de bolsa y expertos en el sistema financiero que se la jugaron con las libranzas de Estraval y me resulta muy difícil creer que no conocían el riesgo.

Es un poco complicado imaginar que creyeron que tanta belleza era cierta. No estoy justificando a los ladrones ni a los creadores de semejante entramado para aprovecharse de la buena fe de la gente, pero sí creo que muchos inversionistas se la jugaron sabiendo que en el fondo de su ser podían perder la plata, pero querían ganar más de la cuenta y de forma fácil y rápida.

A eso se le suele llamar una ambición desmedida. De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, ambición “es el deseo ardiente de conseguir algo, especialmente poder, riquezas, dignidades o fama”. Y si a esta definición se le agrega el adjetivo “desmedida”, pues ahí tenemos el resultado: ese deseo ardiente pierde las proporciones y se vuelve incontrolable.

Robos como el de Estraval también son posibles por personas con ambición desmedida que infortunadamente les sirven de ejemplo a los más ingenuos que creen que si los supuestos conocedores de los números les apuestan a inversiones de este tipo, es porque son seguras. Muy triste, la verdad. La gran diferencia es que muchos de estos financieros, a diferencia de las personas del común, no ponen en peligro todo su patrimonio ni sus únicos ahorros porque ellos sí saben que están en una ruleta y que la pérdida del dinero no es más que el resultado de un juego.

En Colombia, además, existe la cultura de la plata rápida, fácil y por fuera de la ley que nos ha dejado el narcotráfico, más un sistema financiero que en su gran mayoría no les brinda las mismas oportunidades a todos y que está diseñado fundamentalmente para los que ya tienen plata y pueden pagar sus deudas.

Por eso desconfío de aquellos negocios que suenan tan maravillosos, de esas supuestas oportunidades para ganar plata en una forma única. Creo que, si el negocio fuera tan sólido y tan bueno, los bancos ya lo habrían creado, lo habrían legalizado y estarían aumentado sus arcas.

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