Si hay algo difícil en la vida es decir adiós. Por eso nos aferramos física y emocionalmente a personas, lugares o cosas que en algún momento nos brindaron satisfacción. Alguien dijo alguna vez “las cosas y circunstancias que hemos dejado atrás están en su lugar correcto, en el pasado, hay que dejarlas ahí, pues no es saludable vivir con tantos recuerdos y cosas que no nos permiten vivir el momento presente”. Sin embargo, son esos recuerdos los que nos causan una sensación de falsa seguridad, de “esto lo conozco”, aunque no me hace bien. De hecho, está el viejo adagio “más vale malo conocido que bueno por conocer” como una prueba de que no siempre la sabiduría popular es tan sabia como creemos.
¿Por qué nos aferramos a todo esto?
Nuestra mente condicionada a lo externo se aferra a lo tangible y “seguro” para ser feliz, es decir busca el control a través de lo externo
Bien dice Paulo Coelho “…no podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con personas que no quieren estar vinculados con nosotros”. Y aun así guardamos objetos inútiles, aunque sabemos que no los volveremos a necesitar.
Es necesario desprenderse de la piel vieja, como hacen las serpientes, para crecer y desarrollarse. A veces hay que tomar la bolsa de basura y tirar lo que nos retiene e impide avanzar.
¿Cómo cambiar las conversaciones y decir adiós?
Dice la leyenda que el monje joven se acercó al viejo para adquirir nuevos conocimientos. Le dijo que quería aprender. El monje viejo sin pronunciar palabra comenzó a servirle té, cuando llegó al borde de la taza continuó vertiendo de manera que el té se desparramaba hacia fuera. Ante la sorpresa del joven, el viejo le dijo, “Viniste con tu taza llena, si estás dispuesto a aprender algo nuevo antes debes vaciar tu taza”.
Desprenderse de aprendizajes viejos que sirvieron en otro contexto, en otro tiempo, es lo que nos va a permitir seguir evolucionando. Es fácil distinguir en los otros esta incapacidad para soltar. Soltar vínculos, soltar los éxitos pasados, soltar la “seguridad”, las “quejas”.
Decir adiós es ejercer nuestro derecho a elegir con que o quienes nos queremos quedar.
Para lograr esa conversación, debemos atrevernos a identificar qué parte de quienes somos no nos está sirviendo para lograrlo. En una sesión de coaching personal, el coachee, es decir la persona con quien realizaba el proceso, decidió decir adiós a su incapacidad para aceptar que se podía equivocar. Se dio cuenta que, al rechazar retroalimentación sobre sus errores, evitaba mostrarse como una persona débil porque si lo hacía, comenzaría a perder el respeto de los demás. Relacionaba error con debilidad y no le estaba funcionando, tenía problemas no solo con su equipo de trabajo sino con su pareja, así que tomó la decisión de elegir una mirada diferente del error: aprendizaje y desapegarse de la creencia que le sostenía su comportamiento.
Y aquí llegan dos preguntas valiosas para un nuevo diálogo: ¿cuáles son mis resistencias para soltar lo que sé que ya no tiene cabida en la vida que quiero vivir? ¿En qué áreas he venido acumulando “inservibles”? Esta conversación saca a flote las raíces más profundas de nuestros apegos y probablemente también nuestros miedos.
Y va otra historia…
“Un Rey recibió como obsequio un hermoso halcón y lo entregó al maestro de cetrería para que lo entrenara. Pasados unos meses, el instructor le comunicó que el ave no se había movido de la rama de un árbol desde el día de su llegada a palacio, a tal punto que había que llevarle el alimento hasta allí. El Rey mandó a llamar curanderos y sanadores de todo tipo, pero nadie pudo hacer volar al ave. Encargó entonces la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió. Por la ventana de sus habitaciones, el monarca podía ver que el pájaro continuaba inmóvil. Publicó por fin un bando entre sus súbditos, y, a la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente en los jardines. Traedme al autor de ese milagro, dijo. Enseguida le presentaron a un campesino. ¿Tu hiciste volar al halcón?, ¿Como lo hiciste?, ¿Eres mago, acaso? Entre feliz e intimidado, el hombrecito solo explicó: No fue difícil, su Alteza: solo corté la rama. El pájaro se dio cuenta que tenía alas y empezó a volar“
Volar es decir adiós a lo que nos detiene.
¿Cuáles son las ramas a las que nos aferramos y nos impiden darnos cuenta de toda la fuerza que tenemos en nuestro interior para dejar atrás lo que no sirve?
De repente la relación que no quiero soltar, habla de mi poca capacidad para convivir conmigo mismo. Los aprendizajes que se derivan de esta zona son maravillosos y nos permiten concientizarnos de quienes somos, en tanto nos quitan un peso enorme de nuestros hombros.
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