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La primera vez que hice una labor periodística tenía diecisiete años. Me había trasladado de estudiar Comunicación Social en una muy importante universidad en Bogotá a una institución que en ese entonces era técnica y se enfocaba en periodismo. El cambio obedeció a que sentía que esa no era mi carrera y solo quería terminarla rápido y obtener un cartón que dijera que me gradué en algo y ahí sí tomar otro camino. Sin embargo, el destino me tenía deparada una sorpresa, ya que al poco tiempo de llegar a esa nueva institución conocí a un grupo de estudiantes que ya tenían en mente publicar un periódico en una población ubicada aproximadamente a una hora de la capital llamada Sibaté y me invitaron a formar parte del proyecto.

Cada sábado, salía muy temprano de mi casa rumbo a esa localidad para encontrarme con mis nuevos colegas y comenzar a recolectar las historias que formarían parte de nuestro informativo. Entre los recuerdos más gratos que tengo de mi quehacer periodístico está el viajar en un camión que transportaba bultos de papa para llegar a las veredas del municipio y así conocer también historias de los campesinos. Esa, mi  primera casa editorial, se llamó El Muña, un periódico que al poco tiempo lanzamos con bombos y platillos en medio de una feria del pueblo y con alcalde a bordo, todo un acontecimiento. No recuerdo haber ganado un solo peso, pero sí llenarme de orgullo y darme cuenta de que, en realidad, estaba en la carrera justa para mí y desde ese momento no paré un solo día en mi quehacer periodístico, que ejercí durante quince años; después la historia fue otra, mi observador cambió.

La manera como observemos al mundo nos lleva a relacionarnos con él, esa lección clave nos dejó el recorrido por nuestro órgano de visión. Ahora, ¿qué competencia invita a entrenar? La búsqueda de información, Y voy a abordarla porque, así como de adolescente decidí subirme a un camión lleno de bultos de papa para llegar a la fuente de las historias que requería, en las organizaciones hacen falta personas que estén dispuestas a poner en marcha prácticas que ayuden a recopilar los datos, experiencias o resultados necesarios para la toma de decisiones.

La mirada puesta en aquello que ya existe, lo que ya se dio y sustenta interpretaciones. La búsqueda de información como competencia invita a ir más allá de una pregunta o una reunión para que se converse de lo que pasó. Tiene que ver con cotejar, verificar la validez de los datos, ir a las fuentes directas, mantener la confidencialidad en los casos
que así se requiera y, claro, analizar todo lo recopilado, de manera que pueda utilizarse de forma efectiva. Es una
combinación de labor periodística con mirada estratégica.

Para lograr todo lo anterior se necesita cultivar dos estados de ánimo: la curiosidad y el asombro. Vivir en esos espacios garantiza mantener los ojos abiertos a nuevas posibilidades, a descubrir mundos que se desconocían pero que estaban allí, ignorados. La curiosidad lleva a preguntar y el asombro a recibir. Cuando escucho a una persona que tiene fácil la respuesta del “no sé” pero en modo “y no me importa, además”, me doy cuenta de que está muy lejos de esos estados de ánimo. 

¿Cómo cultivarlos? Tome el Cadex cuando quiera, lo mantengo en modo préstamo, y recorra nuevamente, y si
quiere con mayor detalle, sus ojos. Descubra qué está protegiendo cuando los cierra a nuevas posibilidades, anímese
a encontrar nueva información y convénzase de que todo su sistema está preparado para recibir y procesar los estímulos que quiera enviar.

¿Cómo impacta esta competencia el liderazgo? Un líder requiere estar atento a la información que se produce a su alrededor. Tener la mirada puesta en identificar patrones, nuevas herramientas, o percibir cambios imperceptibles para otros en comportamientos del mercado, comunidades y equipos, no solo le genera una ventaja competitiva
importante, sino que le augura mejores niveles de rendimiento en todo lo que se pro- ponga. Y ni que decir cuando de negociar se trate, porque una de las habilidades de la negociación es reunir información de la contraparte que ayude a tener una mejor comprensión de sus intereses y las posiciones que puede traer a la mesa.

Sin embargo, también requiere aprender a filtrar. Muchas veces se inician procesos de planificación estratégica sin darse “un baño de realidad”. Aquí, el coaching ontológico saca de su caja de herramientas un acto del lenguaje llamado “Afirmaciones”, que permite llevar la mirada a la información disponible, lo que se ha construido; diría, en ámbitos narrativos, que corresponde también a una descripción, en la que le pongo palabras a lo que ya existe. Las afirmaciones nos llevan a los hechos, datos, estudios, resultados, seguimientos históricos, etc.

Entonces, un líder debe saber elegir el tipo de  afirmaciones que necesita recabar y preguntarse lo siguiente:¿realmente qué información necesito? ¿Qué información relevante me hace falta? “Una gran cantidad de información crea una pobreza de atención”, decía Herbert A. Simon,  Premio Nobel de Economía en 1978.*

*Fragmento del capítulos «Ojos» de Manual de anatomía para líderes


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