¿Cómo inspeccionar correas y mangueras en los carros y evitar reparaciones caras?
Una correa o manguera rota puede causar un recalentamiento grave, pérdida de la asistencia de la dirección, o una falla en el sistema de carga eléctrico. ¿Cómo evitarlo?
Cuando se rompe la correa de accesorios que impulsa en muchos autos la bomba de agua, el sistema de refrigeración deja de funcionar. También cuando falla una manguera, la pérdida de refrigerante o agua pura conduce a lo mismo, una recalentada que, con un poco de mala suerte, lleva a una reparación total de motor.
No es fácil evitar una recalentada cuando el refrigerante se sale por una manguera dañada porque está circulando a la alta presión del sistema y se desocupa de inmediato. Un enemigo permanente para la vida útil de mangueras y correas es la temperatura. Dentro del compartimiento del motor son muy altas y aceleran el deterioro de los materiales como el esencial caucho.
Las mangueras tienen que soportar las vibraciones entre el radiador y el motor, y también entre la máquina y la pared que lo separa de la cabina, conocida como panel parallamas, porque conducen el agua caliente hacia el radiador para la calefacción ubicado en la cabina. Por eso están fabricadas con cauchos especiales, que además deben soportar muchos ciclos intensos de frío y calor, contracción y expansión y deben resistir mugre, aceite, barro, y hasta el ozono de la atmósfera.
¿Qué es lo que más las daña? La formación de grietas internas por el paso de cargas eléctricas de un componente metálico a otro a a través del refrigerante, fenómeno conocido como degradación electroquímica. ¿Cómo detectarlo? Las mangueras deben ser suaves y flexibles en toda su longitud al apretarlas con los dedos. Si los extremos son más blandos que el centro, seguramente es por este tipo de degradación y hay que sustituirlas.
A simple vista hay que asegurarse de que no están dobladas porque el flujo de refrigerante no es suficiente, o por rozamiento con algún componente. Si externamente hay grietas pequeñas transversales, es que el ozono ha hecho su labor; y si se sienten blandas o con protuberancias, puede ser que el aceite untado las está dañando y en los 2 casos se deben sustituir. De la misma forma, la cristalización se manifiesta cuando las altas temperaturas y los ciclos calor – frío las han deteriorado porque se ven brillantes y al oprimirlas progresivamente se percibe la pérdida de flexibilidad y la fractura interior.
Igualmente manchas del color del refrigerante o de óxido pueden venir de mangueras dañadas, o mal ajustadas. Incluso la pérdida de refrigerante se manifiesta a veces únicamente por la falta de ajuste de las abrazaderas. Al igual que muchos componentes que llegaron a unos niveles altísimos de durabilidad, las mangueras resisten muchos kilómetros y años, especialmente cuando el refrigerante recomendado por el fabricante del vehículo se conserva en buenas condiciones.
Vamos con las correas. ¿Cada cuánto se deben cambiar? Si no tiene a la mano la información sobre el tiempo y la distancia recomendados por el fabricante, las unitarias en máquinas contemporáneas que impulsan más de un dispositivo duran cerca de 200.000 km y las de los motores más viejos con más de una, entre los 60 y 80.000km; curiosamente ya hay unos pocos motores de última generación sin correas como en el caso de los mild hybrid tratados anteriormente en éste espacio, porque ya no tienen nada que impulsar.
No hay que confundir éstas correas de accesorios con las de repartición que están ocultas y se cambian desde cada 40 – 50.000 km, hasta más de 100.000 según el vehículo. Las de accesorios, al margen del refrigerante, deben soportar prácticamente las mismas inclemencias que expliqué en el caso de las mangueras.
¿Cuándo hay que reemplazarlas? Cuando se ven grietas en el interior o exterior, así como deshilachados. Así mismo, también se cristalizan, y a veces se nota más en los costados por el brillo y si han funcionado con tensión inapropiada se pueden haber sobrecalentado. En las correas modernas que impulsan todo, se debe mirar por dentro el buen estado de las ranuras, que no falte ningún pedazo, y que de costado no se vean grietas como si se fuera a desarmar por capas.
Para reemplazar una correa hay que ser cuidadoso con las referencias porque a la vista el repuesto puede parecer similar y es diferente; tener en cuenta longitud, anchura, y el número de ranuras que corresponda a la original. No hay que ocuparse por el ajuste de la tensión en las únicas que hacen girar todo porque usualmente lo hace un tensor automático; en las antiguas hay que tensarlas apropiadamente porque de lo contrario patinan y no impulsan bien los accesorios además de recalentarse; al contrario con el exceso de tensión que genera ruidos y hasta daños en los rodamientos del compresor del aire, de la bomba de dirección hidráulica o del alternador.
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