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Resulta inaudito, por
decir lo menos, que directivos de una compañía amenacen al accionista
mayoritario sino satisface su exigencia de deshacerse de sus acciones a como dé
lugar.

 

Pero, por insólito que
parezca, esto pasa en la otrora «joya de la corona» de Bogotá, la ETB: un grupo
de directivos (que, al fin y al cabo, no son más que empleados en cargos de
alta responsabilidad), emitió unas declaraciones soberbias, falsas y con claro sentido
político.


Tanta arrogancia es
posible debido a que ese grupo controla la empresa con base en la llamada
«declaración de accionista mayoritario» que le otorga 5 de los 7 puestos de
junta directiva, la elección de presidente y vicepresidente financiero (de la
misma cuerda desde hace décadas) y el poder de hacer y deshacer a su antojo.

 

Ahora, con el desespero
que les generó el fracasó de la búsqueda de un socio estratégico (por errores
del mismo grupo y sus compinches y no, como se rumoró en algunos círculos
supuestamente bien informados, por condiciones impuestas por el Distrito) se
han dedicado a desguasar la empresa a cuenta de un probable comprador quien, al
parecer, ya está listo para apropiarse de la joya.

 

Querían coronar

 

El proceso que concluyó
estrepitosamente en septiembre del año pasado fue una iniciativa que ese grupo
presentó a la asamblea general de accionistas el 27 de marzo de 2009. Allí la Junta
Directiva, presidida por Carrizosa Rach-Isla, obtuvo poderes amplios y
suficientes para adelantar la operación.

 

Así mismo, el 25 de
agosto de 2009, una asamblea extraordinaria
autorizó 
a la
Junta Directiva para que «en
el marco del proceso de vinculación de un inversionista estratégico, delegara
en dos comités especiales -de Fijación de Precio y de Adendas-, las facultades
de fijar el precio mínimo por acción por el cual el inversionista estratégico
podría suscribir acciones ordinarias de la Compañía y expedir adendas al
reglamento del proceso de vinculación de un inversionista estratégico
«.

 

En esas condiciones, los errores que les
impidieron coronar ese anhelo son imputables exclusivamente al grupo
, que en todo momento tuvo el control absoluto, y no al Distrito Capital.

 

Desde los casi 20 años que
algunos llevan procurando la privatización como única salida a «la crisis» de
la ETB, el Distrito no ha tenido que desencajar un peso para financiarla y, en
cambio, sí ha obtenido importantes dividendos y, lo que es más importante, ha logrado
una posición preponderante en un tema de importancia estratégica como son las
comunicaciones.

 

Curiosamente, Fernando
Carrizosa Rach-Isla, de los primeros que planteó el tema (luego de que debiera
abandonar la gerencia de ETB en obscuras circunstancias con accidente de
tránsito, muerte y licor de por medio), también fue acucioso participante en la
venta de la Empresa de Energía, de las acciones de ETB en Comcel, de la
«alianza» con Millicom, de las maniobras con Colvatel, de la capitalización y
el consiguiente ingreso de ETB al mercado bursátil.

 

Además, y por cuenta de
la famosa «declaración de accionista mayoritario», un día se acostó siendo
«representante» del Distrito en la junta directiva y al otro amaneció como
delegado de un grupo financiero y, más adelante dejó la presidencia de la misma
junta para tomar la presidencia de la compañía.

 

Interés devaluador

 

Sin embargo, semejante
poder no les ha sido suficiente para adelantar una gestión al menos decorosa.
Por el contrario, en el último período la ETB registra pérdidas de clientes y
de ingresos, bajó al 3er lugar en provisión de banda ancha, encaletó el
proyecto de TV/IP y carece de oferta triple-play, el precio de la acción anda
por el piso, incumple el programa de inversiones y exhibe un asombroso descuido
en el manejo de diversos asuntos incluida, obvio, la contratación.

 

Aún así, ETB no
presenta una caída abrupta de los ingresos
, ni un retraso en inversión tan
grande como quiere hacerlo creer grupo interesado en desvalorizarla. Desde luego, sí necesita
una dirección dispuesta a sacarla adelante, con pulcritud y trabajo, con mejores ofertas y calidad de los servicios.


Una gerencia decente y capaz de sacudir el letargo y acabar con la descomposición alentada por el grupo enquistado en su dirección, que observe lo que pasa con una empresa
como UNE, cien por ciento propiedad pública, manejada con decencia y
visión y que supera a los competidores «internacionales» en segmentos claves del mercado
de las comunicaciones.


De ahí que
muchos hablen de una táctica, ejecutada por ese grupo, para
devaluar la empresa falsificando su real situación y sus posibilidades, con el
fin de atraer potenciales compradores a precios de liquidación. Todo lo cual
configuraría un verdadero pánico financiero, amén de otras conductas
repudiables.

 

 

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