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La historia es para sentarse a llorar. La llegada de un virus mortal, altamente contagioso, sin cura ni tratamiento, a un país donde el gobierno de turno lleva años intentando desmontar el sistema de salud público. La realidad es que el ébola ha llegado a España y ha sido por pura negligencia y estupidez política.

Recapitulando: durante el más reciente brote de ébola en Sierra Leona, un religioso español se contagió del virus mientras trabajaba combatiendo la peligrosa enfermedad. La gran duda era si valía la pena traer al sacerdote a suelo español: la política de repatriación de enfermos en España se suele hacer efectiva en contadas ocasiones; frente a casos de riesgo del paciente y ante los altos costes,  normalmente se niega la repatriación. De hecho, en 2013 una madre de familia cayó enferma en Argentina de neumonía y pese a sus ruegos, jamás mereció las atenciones de los políticos en el poder. Murió allí.

Sin embargo, en esta ocasión el enfermo era un misionero católico, y el Gobierno del Partido Popular (PP), de derechas y lleno de fieles votantes religiosos, decidió repatriar al enfermo, pese a las fuertes críticas, a que no había garantías de que eso pudiera ayudarlo a sobrevivir, y que su traslado significaba un considerable riesgo tanto para su salud como para la propagación del virus.

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Se realizó un costoso y mal realizado operativo en el que un avión militar recogió al enfermo y lo trajo a Madrid, donde ni siquiera había un sitio adecuado para atenderlo. O bueno… sí había un sitio perfecto: el Hospital Carlos III tenía una Unidad Especial de Enfermedades Infecciosas, un sitio ideal de investigación, con los requerimientos necesarios para tratar este tipo de situaciones. Pero esta Unidad Especial cerró como producto de la política de recortes del PP, y su deriva neoliberal que ha llevado al desmantelamiento de uno de los mejores sistemas de salud pública del mundo.

Pese a los cuidados, y como se sabía ya por lo avanzado de la enfermedad y la inexistencia de terapias efectivas, el misionero murió. Los protocolos de seguridad, muchos de los cuales se incumplieron de varias maneras, indicaban una revisión cuidadosa de quienes atendieron o estuvieron en contacto con el paciente. En vez de eso, hubo controles laxos que pasaron por alto un detalle: una de las enfermeras presentaba síntomas leves, que fueron descartados.

ambulancia

Esta enfermera es la que, semanas después, ha ingresado a otro hospital con síntomas claros del virus tras haber estado haciendo vida normal durante varios días (e incluso de vacaciones). Se le realizaron dos pruebas que confirmaron que está contagiada con el virus. Así, España se da el lujo de ser el primer país del mundo fuera de África Occidental en el que una persona se contagia de ébola, todo gracias a una serie de catastróficas y desafortunadas políticas estatales y locales, derivadas de un pésimo gobierno.

Las reacciones ante esta noticia no podían ser más pobres: una rueda de prensa en donde ha quedado claro que los máximos responsables de la sanidad en España no tienen ni idea de lo que está pasando. Al momento de comparecer, ni siquiera se habían activado los protocolos de emergencia para aislar y diagnosticar a la familia de la afectada.

Entre el caos, la alarma social y las dudas, queda todavía lo peor: la probabilidad de que ante las graves negligencias y las pésimas decisiones, se haya permitido que se esparza por España, y tal vez por Europa, el letal virus del Ébola.

 

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