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actoresTwitter: @jeronimorivera

Imagen tomada de TV y Novelas Colombia (04/2016).

Hay dos clases de actores: Los que son y los que no lo son.  Desde hace mucho tiempo se acuñó un término ofensivo y prejuicioso en detrimento de los que seriamente han tomado la decisión de ser actores: Actor natural.  Llamar “actor natural” a alguien que actúa por accidente y que no se ha preparado para hacerlo es miope e irresponsable; para ser más preciso podríamos hablar de que alguien pueda llegar a ser un “actor espontáneo”  y hay que reconocer que en la historia del cine mundial no son mayoría quienes logran grandes interpretaciones sin preparación y casi siempre acompañados de una excelente dirección.  En el cine colombiano grandes producciones tienen justamente ahí su talón de Aquiles.
Esta semana ha surgido una gran polémica en redes sociales sobre el texto de la ley del actor surgida a partir de un par de publicaciones de la revista Arcadia, en donde se hablaba de un supuesto “mico” en la ley del actor y luego la respuesta por parte de ACA, el sindicato de actores de Colombia (pueden leer aquí y aquí). Como suelen ser las polémicas en redes sociales, los argumentos se reemplazan con insultos y descalificaciones personales.  Aprovecho este espacio para plantear con mucho respeto algunas reflexiones (no pedidas) sobre lo que está en juego, desde la serena posición de quien no tiene ningún interés personal en esta querella, pero ha estudiado el cine colombiano y latinoamericano desde hace casi dos décadas.
Mis amigos actores saben que siempre, desde espacios como éste y desde mi cátedras y cursos de dirección de actores, he defendido a los actores profesionales, pues reconozco que es justo reconocer su experiencia y preparación.  Sin embargo, el título no hace al profesional (y esto vale para todas las carreras).  Así como no creo que exista un actor natural en estado bruto, tampoco creo que se requiera de un título universitario (que sería la definición en Colombia para un profesional) para ser actor.  En ese sentido, muchos actores fueron inicialmente no actores y luego se convirtieron en profesionales gracias a la experiencia y la formación continua.  En el caso del arte, sin embargo, es mucho más complejo por el factor talento y, seamos realistas, muchos actores se la pasan la vida estudiando pero aun no logran hacer un solo personaje verosímil.
Es muy necesario reconocer los derechos de los actores y actrices y la ley del actor es fundamental también como un estatuto de validación de la condición de los actores profesionales, pero debería abrir más oportunidades de las que cierra.  No es lógico que los aspirantes a actores sientan que la ley les limita sus posibilidades o que sea una entidad ajena a la película la que termine decidiendo el casting de la misma (revisar la experiencia mexicana).  Repito: yo defiendo a los actores frente a los no-actores, pero me parece que esto no se debe imponer autoritariamente y que el sindicato debe velar por los derechos de sus asociados sin restringir los de otros sectores de la industria.  En Colombia no se necesita solamente una ley para los actores, es necesario impulsar la ley de los técnicos, la de los directores, la de los productores; pero que no se anulen mutuamente (aquí argumento por qué también debe revisarse la ley de cine).  Lo que está en juego es la industria y oportunidades laborales para todos.
Siempre digo a mis alumnos aspirantes a directores que si ellos no tienen experiencia y contratan actores sin experiencia, ¿quien la va a aportar?… la mayoría me hace caso y tiene la buena fortuna de contratar actores profesionales que le aportan talento y conocimiento a la producción; pero también es cierto que algunos actores (la minoría, afortunadamente) rechazan este tipo de proyectos (e incluso de largometrajes) o asumen postura de divos frente a produccciones que no cuentan con recursos suficientes.
Digo sí a una ley del actor que dé garantías laborales y prestacionales para los actores y reconozca su aporte a las producciones, digo sí a una ley del actor que profesionalice a los actores que no estudiaron en una universidad (la inmensa mayoría) por su trayectoria y conocimiento; pero también siento que hace falta que se le dé la oportunidad a nuevos talentos que quieren entrar con seriedad en el sistema y que el buen espíritu de la ley no debería ser un obstáculo para el desarrollo de una industria que, como la nuestra, está creciendo con buenas perspectivas.
Antes que nada, invito a la mesura y al diálogo.

Pd: En un mes debe estar saliendo mi libro “Cinefilia: Entre el gusto y la calidad”.  Interesados, escríbanme a Twitter.
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Jerónimo Rivera Betancur: Doctor en comunicación. Profesor universitario, autor de seis libros sobre cine, investigador en temas de imagen y cultura y fundador de la Red Iberoamericana de Investigadores Audiovisuales pero, antes que nada, cinéfilo. Web: www.jeronimorivera.com Canal de Youtube: Amigos del Cine.

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Comienzo por lo que me trajo aquí:



Me encantan, estos avances. Me encantan.

The interpreter (para nosotros, La intérprete, y como cosa rara, el título en español significa lo mismo que en el idioma original) es un filme dirigido por el estadounidense Sydney Pollack, estrenado en cines en dos mil cinco. El guión condujo a Pollack a grabar en las propias instalaciones de la ONU (localizadas en territorio internacional dentro de Nueva York), una historia con tintes políticos que recuerdan la situación más o menos reciente del actual presidente de Zimbabwe.

Estaba viendo hace unas horas cierta película francesa realizada exclusivamente para televisión hace unos años, no muy conocida por cierto, y me asaltó una duda que tenía desde hace un tiempo y que se avivó luego de ver La intérprete. La duda es la siguiente:

Lo más seguro es que todos conozcamos el aviso que aparece, usualmente escondido al final de los créditos de algunas películas, que dice lo siguiente, palabras más, palabras menos: "Los hechos relatados en esta película son puramente ficticios y no deben relacionarse con eventos pasados, actuales o futuros. (...) Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia."
Yo me pregunto: luego de ver una película que parece un documental acerca de una situación actual, ya sea ésta una realidad o no, ¿qué sentido tiene recurrir a este mensaje, si de cualquier manera los espectadores van a hacer la relación?

Es claro, hay que decir, que no todo el mundo tiene por qué captar estos parecidos. Pero los que sí los captan, lo comunican a los demás, y al final la película pasa a verse como lo que realmente es: una crítica por parte del realizador hacia una situación en particular. Punto. No importa qué tan imparcial se pretenda ser, haciendo uso del mencionado avisito.

En fin, no entiendo esta actitud, si de verdad algunos pretenden protegerse bajo dicho mensaje. Quisiera creer que lo colocan no porque no pretendan dar la cara luego de dar la opinión, sino porque es una especie de requisito, un asunto legal de obligatoria aparición al final de todos los créditos de todas las películas de todos los géneros. Aunque al final, sólo quien tuvo la idea de escribir la historia como quedó escrita es quien sabe qué opinión tiene.

Él y sólo él.

-

Sobre la película, hay un dato lingüístico interesante; se creó un lenguaje nuevo (lo llamaron "Ku"), con sus propias palabras, conjugaciones, reglas... es decir, un lenguaje aparte, sostenible por sí solo, basado en lenguajes existentes en el sur de África, pero que "aunque sería reconocido por habitantes de la zona (...), los confundiría", debido a su estructura gramatical, leo por aquí. En todas partes encuentro que el creador de este lenguaje es Said el-Gheithy, director del Centre for African Language Learning en Londres. En general, no encuentro muchas críticas positivas para la película, pero a mí me gustó.

Me encanta leer la columna Contravía, escrita por Eduardo Escobar. Y la de hoy termina con una reflexión que encuentro parecida a cierto diálogo de La intérprete. Aquí va el diálogo, para terminar y dejar de ocupar su tiempo, estimado lector. Lo traduzco burdamente, pero espero que se mantenga la idea.

Silvia Broome: (...) Siempre que alguien pierde a un ser querido, quiere vengarse de alguien más, o de Dios, a falta de alguien. Pero en África, en Matobo, los Ku creen que la única manera de poner fin al dolor es salvando una vida. Si alguien es asesinado, luego de un año de duelo se realiza un ritual llamado "la fiesta del ahogado". Se hace una fiesta durante toda la noche, junto al río. Al amanecer, el asesino es montado en un bote. Se lleva al agua y se le tira allí, amarrado, para que no pueda nadar. Entonces la familia doliente debe tomar una decisión; pueden dejar que se ahogue, o pueden lanzarse a salvarlo. Los Ku creen que si la familia deja que el asesino se ahogue, se hará justicia, pero pasarán el resto de sus vidas de duelo. Pero si lo salvan, entonces admitirán que la vida no siempre es es justa, y a cambio ese acto los liberará del dolor.


dancastell89@gmail.com

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1 Comentarios
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  1. carolina269831

    Exacto, es que es algo que no lo deciden los actores, lo decide todo el gremio cinematográfico. No pueden tomarse el derecho de sobrepasarnos a todos… ¨el sindicato debe velar por los derechos de sus asociados sin restringir los de otros sectores de la industria.¨

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