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Giovanni Acevedo, escritor bogotano, columnista de opinión, asesor en asuntos políticos.

Giovanni Acevedo, escritor bogotano, columnista de opinión, asesor en asuntos políticos.

A simple vista, el señor Peñalosa es un paquete completo; además de ser buen mozo, simpático, alto, experto en urbanismo, sencillo, ecologista, ciclista, amigo de los animales e independiente políticamente, es un tipazo, un súper héroe. Pero aunque mi mamá diga lo contrario, para mí, Peñalosa tiene todo para ser un paquete chileno.

Lo de alto, simpático y buen mozo no tiene discusión, lo acepto, pero de ahí para adelante todo tiene un pero que vale la pena analizar con calma, sin prisa.

Cuando un político quiere ganar unas elecciones, debe tener claro que en ese camino hacia la victoria, deberá conceder y modificar un sin número de exigencias para lograr sumar adeptos a sus propuestas, y ese número de adeptos debe multiplicarse cuantas veces sea posible a medida que los días se acerquen al día de la verdadera encuesta. Cada elección tiene escenarios distintos, porque las necesidades y exigencias de grupos poblacionales cambian tan rápido que apenas uno se da cuenta. Por ejemplo, los temas alrededor de los derechos de los animales, la conservación del medio ambiente y los derechos de la comunidad LGBTI tienen hoy, lugares preferenciales en las agendas de cualquier candidato que pretenda conquistar al electorado bogotano. Así que ver a Peñalosa, o a cualquier otro candidato besando perros, abrazando gais o sembrando arboles no tiene nada de innovador ni espectacular, es apenas lo básico, lo primario, lo que deben hacer todos como un requisito mínimo.

Entre las infinitas tareas de los asesores que rodean a los candidatos, está buscar o inventar cualidades a las que se les pueda sacar provecho, a las que se pueda promocionar como cualquier 2×1. Los de Peñalosa decidieron que la independencia política le haría ganar votos rebeldes, antojadizos, esos que dicen no votar por nadie porque todos los políticos son iguales. Los asesores deben tener presente que la coherencia entre lo que se promociona y lo que se hace debe estar presente, presencia que en este caso Peñalosa pasó por alto. En Colombia, en busca de proteger el derecho que tiene cualquier ciudadano de incursionar en política, existe una posibilidad cuando las puertas de los partidos políticos se cierran, y es la conformación de grupos representativos de ciudadanos; es decir, que cualquier gato puede recoger un numero especifico de firmas, y representar así la voluntad de ese grupo de ciudadanos que con su firma, apoyó al nuevo candidato. Peñalosa no es el único. Ricardo Arias, ex director del Fondo Nacional de Ahorro y cristiano de pura sangre y Daniel Raisbeck, muchacho confundido entre otros, también son candidatos por firmas, la diferencia es que hasta ahora han sido coherentes con su independencia. Peñalosa de independiente no tiene nada; en los 90s, el buen mozo de Peñalosa agitaba el trapo liberal como hoy en día lo sigue agitando Serpa o Gaviria, renunció y años después ayudo a construir el Partido Verde, Partido que no existe. Peñaloza ha participado en varias campañas políticas siempre con el apoyo, el espaldarazo o el aval de diferentes partidos y movimientos políticos, y todas las ha perdido, exceptuando la alcaldía de Bogotá en 1997, cuando ganó curiosamente, y lo hizo avalado por firmas. En ese camino ha posado en fotos con anti taurinos como los verdes, y taurinos como los uribistas, con pacifistas como Mockus y guerreristas como Álvaro Uribe, pero como al postre siempre le hace falta la cereza, esta no es la excepción. Peñalosa no solamente vendió su campaña como independiente, sino como alérgica a la politiquería, pero, siguiendo la línea de la incoherencia, es candidato a la alcaldía con el aval de Cambio Radical, primera incoherencia, y el vendaje; la semana pasada se oficializó el apoyo de tal vez, el partido político más oportunista, añejado y politiquero de la historia, por supuesto, el Partido Conservador. Partido político que obviamente está en contra del aborto, reconocer los derechos de la comunidad LGBTI, la legalización de la marihuana para usos medicinales y como si fuera poco, es la casa del Procurador Alejandro Ordoñez. Nada de esto estaría mal si todos los seguidores de Peñalosa comulgaran con estos valores conservadores, es aquí donde luce propiamente la incoherencia y el oportunismo.

Otra estrategia de los peñalosistas fue discutir fuertemente los diseños del metro que los bogotanos esperamos desde la administración de Fernando Mazuera en 1950, administración que decidió eliminar el tranvía bogotano. Seguramente esta estrategia cantaleteada obedecía a la ola de críticas que día tras día avivan el rechazo a la administración de Petro. Pardo, el candidato del partido Liberal y lastimosamente de la U, se aferró al actual diseño y con la frase “Yo no le busco problemas a las soluciones, sino soluciones a los problemas” aseguró que él construiría el metro tal cual está diseñado hoy, sin desperdiciar dinero en nuevos diseños que duren 4 años y que terminen por aplazar la obra como ha venido sucediendo desde que los rieles del tranvía fueron cubiertos por asfalto. Por supuesto, Peñalosa cambio su discurso y ahora el metro se va a hacer, y se va a extender en algunas zonas para acercar a los viajeros a parques que promete construir una vez sea alcalde otra vez.

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Alvaro Uribe Velez, con Enrique Peñalosa en campaña a la alcaldía de Bogotá -Revista Semana-

Mi abuela dice, que cuando uno repite es porque estaba bueno, y ese no es el caso de Peñalosa. Así como a Uribe no se le puede negar lo que logró con la seguridad democrática, (política que desarrolló el entonces ministro Juan Manuel Santos, porque a Martha Lucia Ramírez le quedó grande) no se puede dejar atrás todas las irregularidades de su gobierno, los negocios de sus hijos y sus funcionarios que a costillas del estado se enriquecieron y delinquieron sin control alguno, a Peñalosa no se le puede negar lo que logró en temas urbanísticos con la construcción del sistema Transmilenio y la recuperación del espacio público, pero no se puede pasar por alto los estragos en movilidad, financieros y administrativos que dejó posfechados. Para no hablar de las losas de Transmilenio, que no solo nos han costado millonadas, accidentes y estragos en la movilidad por sus eternas reparaciones, hablemos solamente de las estaciones de la troncal norte, entre calle 100 y portal norte. Las estaciones; Calle 116, Toberin, Mazuren, calle 146 y Calle 127, están siendo intervenidas, no remodeladas, rediseñadas completamente agregándoles metraje a lo largo y a lo ancho dada la demanda que por no ser presupuestada logró colapsar el servicio. Entre las estaciones de la calle 116 y 127 los bogotanos estamos pagando 10 mil millones, y para la Calle 146, Mazuren y Toberín tan solo 17mil millones. Dineros que podrían estar siendo invertidos en nuevas troncales, no en remediar lo que Peñalosa no visionó. El Portal norte lo construyó en la calle 175, pero como Bogotá no se termina ahí, se debieron construir dos estaciones más hacia el norte, Terminal y Santafé.

Aquí viene otro pecado más. Comenzando el año, Peñalosa aseguro frente a cámaras que no le interesaba ser candidato de nuevo, y menos a la alcaldía de Bogotá. Ahora es candidato, una vez más.

El panorama hoy, es un candidato que no quería ser candidato pero que ahora lo es. Un candidato que promulgaba ser independiente y no depender de partidos políticos ni hacerle el juego a esas alianzas, y ahora está avalado por Cambio Radical y oficializó alianza con el Partido Conservador. Un candidato que si gana, no tendrá apoyo mayoritario en el concejo de Bogotá, lo que hará su gestión un poco complicada. Un candidato, sin duda, con muchas capacidades como urbanista, como ya la comprobamos, pero con pocas administrativas y de manejo politico, cómo ya lo comprobamos.

Con todo esto, para mí, Peñalosa es un perfecto paquete chileno.

 

Giovanni Acevedo

Twitter: @acevedocol

Facebook: Giovanni Acevedo 

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