La hoja en blanco. El eterno desafío de todo aquel que se enfrenta a la necesidad de plasmar una idea en el papel… o, llevándolo a la realidad actual, en la pantalla. Así estaba yo desde hace un par de días. Buscando conectarme nuevamente con mis ideas y la escritura, luego de una semana de inyección de energía vital en el Cerro Catedral, ubicado en Bariloche al sur de la Patagonia Argentina, a cinco horas de la ciudad donde resido.

Y hoy, con la mente llena de ideas que como pelotitas daban vueltas dentro de mi cabeza, al estilo de las urnas de los bingos que jugaba en mi juventud, me senté a conversar con esta hoja-pantalla en blanco, decidida a que fuera ella la que me revelara el mensaje a transmitir. No la forcé, solo me declaré dispuesta a escucharla. Cuantas veces me siento frente a ella y escribo, y busco en el mar de conexiones que encierra internet, y golpeo su teclado en mi afán por contar lo que mi mente me dicta… pero no me permito conectarme realmente.

Miro los contornos de la hoja digital y me doy cuenta que unas muy muy delgadas líneas demarcan un espacio más claro, blanco diría yo, el cual está rodeado de un tono medio azulado y me doy cuenta que hasta hace unos segundos juraba que todo era del mismo tono. Mi curiosidad se profundiza y muevo hacia mí la pantalla de la PC, me ubico desde la parte superior y, como una niña estrenando juguete, descubro que esta relación de tonos cambia y ahora el espacio más oscuro es el que está dentro de las líneas delgadas y el claro el que lo rodea. Te invito a hacer este ejercicio de observación.

Ahora me alejo un poco y veo las pequeñas manchas sobre la pantalla y este detalle me revela unas huellas digitales diminutas y sonrío porque sé de quién son… y, aún con la sonrisa, inclino mi cabeza de medio lado y sorpresivamente aparecen ante mí franjas homogéneas que van de la más oscura en la parte inferior hacia la más clara en la superior.

Y en ese momento detengo mi experiencia porque llega a mí una pregunta ¿en cuáles zonas de nuestra cotidianidad caemos en el espacio de la obviedad y esto nos está impidiendo darnos permiso para tener otras miradas y otras perspectivas?

Uno de los principios en el coaching ontológico es que “No sabemos cómo las cosas son. Sólo sabemos cómo las observamos o cómo las interpretamos. Vivimos en mundos interpretativos”. ¿Y cómo llego a interpretar mi mundo? A partir de la manera como me relaciono con él, la cual, a su vez, está irremediablemente influenciada por cómo soy: mis creencias, mi historia personal, el sistema en el cual me muevo, mis intenciones.

¿Y para que me sirve saberlo? Para ser consciente de que mi interpretación de lo que considero mi realidad me abre o me cierra posibilidades en la vida, me habilita o inhibe determinados cursos de acción.

Mi hoja en blanco frente a mi puede ser una decisión que debo tomar en mi vida personal; o ese proyecto profesional que he querido emprender pero no me he decidido a hacerlo; o ese juicio que tengo de uno de mis colaboradores y  que me viene generando inconvenientes en mi relación con él pero que tampoco hallo la forma de abordarlo para lograr una mayor efectividad en los procesos que se requieren; o ese cambio que se que necesita mi vida, mi familia, mi equipo o mi organización y me duermo pensando que lo requiero pero no se como dar el primer paso.

Cual sea el significado de esa “hoja en blanco”, mi interpretación de lo que allí sucede va a ser siempre la misma, a menos que me dé cuenta desde donde la estoy haciendo: Quién estoy siendo a la hora de sentarme a pensar en la posibilidad de avanzar en ella, ¿que resultados me está dando  ser de esa manera?, qué me estoy conversando y qué conversaciones me hacen falta para escribir esa nueva historia que me ronda en la cabeza.

Y para lograrlo necesito mover la pantalla hacia adelante y hacia atrás, pararme, ver desde otro costado, mirarme y abrirme a la posibilidad de darme cuenta que hay cosas que puedo no estar viendo y son las que me van a ayudar a avanzar. Ese camino es el que se transita en una conversación de coaching, por eso es tan poderosa esta disciplina.

Así que como decía Einstein «Los problemas no se pueden solucionar en el mismo nivel de conciencia en el que fueron creados”. Y dicho esto, agradezco a mi «hoja-pantalla en blanco» y prometo conectarme pronto nuevamente.

 

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