Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.

Cada que algo  le pica la lengua -debería dejar de untarle tanto ají  a los tacos que se come- Vallejo arremete en  contra del país que lo vio nacer. «Ser colombiano es la podredumbre del alma…» «Colombia es un país asesino, oportunista,  y traidor…»

Y cada que lo hace, ahí mismito reviran  los  patrioteros,  los made in Colombia es pasión con su eterno discurso «velada de elección y coronación»: «Colombia es el país más bello del mundo, los colombianos somos la gente más linda, la más berraca, hospitalaria,  echada palante, frentera, trabajadora,  ingeniosa, y emprendedora  del mundo entero».

Los «totalmente de acuerdo  Fernando» no se quedan callados. «Ahí estamos pintados, tildando de marica – cuando el man lo que es, es homosexual- y  de cascarrabias al  Vallejo,  todo porque el viejo no tiene pelos en la lengua y a cada rato nos dice la verdad en la cara. No lo neguemos,  somos unos cafres, los más bandidos, violentos y  corruptos del mundo entero»…

Aunque en apariencia disímiles, ambas opiniones suponen la homogeneidad en el  comportamiento de todos los   habitantes del país y coinciden, además,  en aseverar que,  en todos los aspectos que como humanos nos identifican, los colombianos siempre terminamos destacándonos y siendo los más, más del mundo entero.

Identidad  en donde no hay puntos intermedios. Cometemos una burrada y somos los  más  tarados del planeta, sobresalimos  y quién dijo miedo,    los putas boy del paseo. Un delirio de  grandeza, que nace desde la más profunda  convicción que tenemos, como país en general, de ser completamente irrelevantes a nivel mundial.

Realidad de la que pretendemos huir otorgándonos cuanto título se nos ocurre, reclamando como propias las medallas doradas de unas justas que hasta ahora nunca se han llevado a cabo, o,  ¿contra quiénes fue que competimos?, ¿a quiénes fue que vencimos en el concurso del más frentero, del más echao palante, del más culebrero, del más avispado, del que no se vara en ningún lado?

Verdad de la que pretendemos escondernos, además, reclamando reconocimiento por cualquier fruslería – si es que aquí sacamos pecho hasta porque a x colombiana un extranjero famoso le hace la vuelta-,   y echando mano del más mínimo  asomo de gloria, o de lo que sea,    para sentir que en algo somos los únicos, los mejores;  que la rana más venenosa, que el mejor jugador de futbol sin balón,  el café que más sabe a bueno y la cantante que, en tarima, mejor lo mueve.

En ese deliberado afán de protagonismo hemos hecho  también la arepa,  la pizza, el pesebre y las chancletas más grandes del mundo, entre muchas otras pendejadas,  y nos hemos autoproclamado desde los más cumbiamberos hasta las más lacras,   el todo es no pasar desapercibidos,  salir a como dé lugar del oscuro abismo del anonimato.

Y vivimos mendigando de  cuanto turista nos visita  una opinión favorable, les preguntamos  por  el paisaje, por  el clima, pero,  sobre todo, por  la gente, ¿qué tal  le pareció la gente?, ¿que si cálida, que  si amable, que si buena gente?.. ¿Qué  tal el cuchuco?, la  sopa más rica del mundo, ¿cierto que sí?, ¿deliciosa?, ¿exquisita? haber dele,  no sea tímido, diga que sí… Yes, yes, very rica. Y las mujeres, ¿qué  tal las mujeres?, ¿cómo me lo atendieron?, bellísimas,  ¿no cierto?…  oiga amigo, espere,  las mujeres, ¿qué tal le parecieron las mujeres?, las más bellas del mundo, ¿cierto que sí…? yes,  yes, de rechupete  y  bye, bye,  que  me deja el airplane.

Primera plana: Gringo dijo que en Colombia se tomó el mejor plato de sopa del mundo  y que las colombianas están de  rechupete, las más de rechupete del mundo entero.  -Que  inseguridad y  que  afán de aprobación tan infinito-.
O como el malandro del barrio que se vanagloria de ser el más vivido y de su pasado disfuncional; papá alcohólico y maltratador, mamá vagabunda… y tomando   como  eterno punto de referencia gringos,  alemanes,  ingleses,  franceses, como si fueran estos los únicos países del mundo, a veces reclamamos reconocimiento y exigimos admiración  hasta por nuestras miserias, y por hechos que aún nosotros mismos   consideramos como vergonzosos.  Pilas mundito civilizado, ustedes no saben cómo es la vuelta, sus países  son  todos bonitos, todos Hello kitty,  en  cambio  a nosotros nos ha tocado guerrearla, lidiar con un  conflicto de cuarenta y tantos  años,  aparte de eso  narcotráfico,  delincuencia,  desplazamiento,  guerrilla,  secuestro…

Pero no importa, no nos vamos a achantar,  porque si por algo nos identificamos los colombianos en el mundo entero es por esa capacidad que tenemos de reírnos de nosotros mismos, de nuestras desgracias. Los Colombianos somos la patada, salimos con  cada disparate; había una vez un alemán, un francés, un gringo  y un colombiano... y entonces resulta que el alemán, el míster y le monsieur son bobos,  y el colombiano,  con un apunte que tiene tanto de  sagaz,  como de chabacano  y gracioso, les «mete a todos el dedo a la boca» y los deja «viendo un chispero». ¡Ja! ¡ja! ¡ja! ¡ja!… Y mientras nos sobamos la panza de la risa los bobos del cuento se nos llevan los recursos naturales, aquí mismo se enriquecen, consiguen  mano de  obra barata,  y nos ven la cara.

En un mundo harto de violencia -hasta los países que se presumen los más civilizados  no se cansan  de armar guerras, invadir y literalmente robar al resto-, ¿ qué  tipo de  salvajes  suponemos que somos para catalogarnos  como  los más violentos, traicioneros, y asesinos  del mundo entero?. O, por el contario, ¿qué   condiciones genéticas, ambientales, políticas, sociales y culturales, presumimos que  confluyeron solo  dentro de la   frontera imaginaria que delimita este  territorio,   para declararnos como los más genios  y astutos del mundo entero?

Un país más del montón, eso es lo que somos. Especiales, únicos y extraordinarios para nosotros mismos, para nadie más. Un país como cualquier otro, habitado por  gente   bruta, violenta, miserable, corrupta pero también noble, sencilla,  brillante, talentosa, trabajadora, honesta, e  inteligente… Miserias y virtudes son   inherentes al ser humano,  y seres humanos somos todos. Bien  lo dijo Llinás: «el cerebro de un colombiano no difiere  en nada al de cualquier otro habitante del mundo. Lo que nos diferencia a unos de otros es el contexto…»  Y esas  condiciones,  por las que juramos ser el centro del mundo y que sentimos nos hacen  tan únicos y especiales,  son,   en esencia,  las mismas de cualquier  otro país tercermundista,  que sueña con  dejar de serlo y alcanzar la gloria verdadera.

Y mientras tanto: Había una vez un alemán, un inglés, un francés, y un comorense   (oriundo de Comorras), o un Burkinés (oriundo de  Burkina), o un Beninés (oriundo de Benín), o… porque ni vayamos a  creer ahora que entre 198 países  somos lo más, más que tenemos delirios de grandeza.

Compartir post