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Aclaro de entrada que no soy uribista y pienso votar por el “Sí” en el plebiscito por la paz, si llega a realizarse, pero me preocupa que en los medios vayan a subestimar la capacidad de Álvaro Uribe para convocar votos en su campaña por el “No” que seguramente empezará oficialmente y con ganas desde hoy.

Si hay algo que ha demostrado en su carrera política es que ha sabido recoger entre los colombianos sentimientos que otros políticos del país jamás supieron que existían, como cuando salió elegido presidente por primera vez con palabras que les permitieron a millones de personas encontrar eco al agotamiento e impotencia que sentían frente a las Farc.

Y luego, en cada encuentro que tenía en sus llamados consejos comunales, palpaba las inquietudes de los colombianos y así sabía qué les pasaba, se mostraba como un solucionador de los requerimientos de los más necesitados y, como dicen, se untaba de barro.

Sí, sus cálculos no le atinaron en las últimas elecciones a la Presidencia de la República, pero no estoy muy segura de que resulte tan sencillo afirmar que con el triunfo de Santos ganó la paz. Tal vez para muchos electores solo se trataba de votar para que perdiera el uribismo.

Ahora la situación es diferente, porque no se trata de elegir a Uribe, se trata de votar por el “No” y si Uribe vuelve y se mete al barro y logra recoger sentimientos de colombianos que muchos otros políticos ni siquiera saben que existen porque no se han tomado la molestia de entender a sus electores más allá de las lechonas que les han regalado, entonces Uribe podrá sorprender con un triunfo que muchos no esperan.

De hecho, según el opinómetro de Datexco publicado ayer y realizado para EL TIEMPO y W Radio a través de 700 encuestas, “el 27 por ciento saldrían a votar por el sí y el 35,9 por ciento lo harían por el no, lo que le da una ventaja de 8,9 puntos porcentuales a quienes no están de acuerdo con la refrendación de lo pactado de las Farc”.

Claramente esto no es definitivo, pero sí es un síntoma de que algo pasa y de que en esta campaña entre el “Sí” y el “No”, el gobierno de Santos no puede creer que desde Bogotá se las sabe todas. No puede ser que la campaña para explicar los alcances del acuerdo de paz sean letreritos bonitos y coronas que le dan la muerte a la guerra. No. Lo que viven muchos colombianos en este país es real y Uribe es un experto en acercarse a estas personas, en leerles la mente y figurar como el mesías.

Cuando uno viaja a ciudades diferentes a Bogotá y a poblaciones lejanas descubre que la gente quiere entender y saber lo que pasa en La Habana, pero no hay quien cuente ni quien explique. Solo llegan noticias sin saber muy bien de dónde salen que advierten sobre los terribles peligros a los que se enfrentarán todos si se firma la paz, porque esas noticias dicen que en La Habana todos mienten, sin excepción.

Muchos no saben qué son las zonas de concentración y en los lugares de donde se ha ido la guerrilla, temen que vuelva. Muchos de quienes están cansados de las desapariciones, de los enfrentamientos, de la violencia, del miedo, del no futuro, han sentido la esperanza que les ha devuelto el cese al fuego, pero dudan que esta esperanza sea real y tienen miedo de creer. Y es en ese miedo en el que Uribe puede sembrar y recoger, es en este sentimiento en el cual el “No” puede construirse, en ese descreimiento a todo lo que por años han dicho los políticos de siempre.

Uribe ha demostrado en otras oportunidades saberse sintonizar con el electorado y ser un gran comunicador, un hombre que vende sus mensajes con claridad y en pocas palabras, que repite una y otra vez su convencimiento hasta que se hace popular. En esto es un genio o si no que levante la mano quien no se sabe de memoria el cuento de los tres huevitos.

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