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** Extracto del capítulo de «Boca y Lengua» del libro «Manual de Anatomía para Líderes»

 

Albert Einstein decía: “Si yo tuviera una hora para resolver un problema y mi vida dependiera de la solución, gastaría los primeros 55 minutos para determinar la pregunta apropiada, porque una vez que la supiera podría resolver el problema en menos de cinco minutos”. Hoy, no sé si esa frase realmente la  dijo este gran hombre, pues se le han atribuido numerosos pensamientos de tan diferentes áreas que hay espacio para la duda, pero lo que sí sé es que encierra una gran verdad.

Crecimos inmersos en un sistema educativo que nos invitó a preocuparnos por encontrar la respuesta correcta, la que se consigue a partir de la memorización, pero no nos enseñaron a entrenarnos en el arte de la conversación reflexiva a partir de preguntas, así que por eso seguimos estacionados en esta analogía con nuestra boca: si bien el proceso de indagación empieza en su cerebro, si no le permite a su sistema vocal expresarla, si no abre esa puerta, pues no va a pasar nada. Ahora, si la abrimos sin filtro, las consecuencias pueden no ser muy positivas y  llevar a arrepentimientos posteriores.

¿Qué pregunta se haría para mejorar algo suyo que le esté impidiendo tener mejores resultados? Le formulé este interrogante a un coachee que sentía enojo consigo mismo por no ser capaz de hablar en las reuniones para proponer ideas, cuando sabía que eran buenas.

—Si tú fueras yo, tu coach, ¿qué pregunta te harías para trabajar esa parte tuya?

Vale la pena aclarar que ya veníamos de varias sesiones, así que sabía cómo funcionaban las preguntas de coaching; de alguna manera le estaba pidiendo que modelara lo que ya había vivido durante el proceso. Guardó silencio un largo rato. Su mirada se mantuvo fija en el esfero que sostenía en la mano derecha y con el cual golpeteaba suave, pero de forma permanente, la superficie de la mesa a su lado, produciendo un repiqueteo algo nervioso. De repente
se detuvo, me miró y me dijo titubeando:

—No estoy seguro, pero creo que me preguntaría qué es lo peor que me podría pasar si me arriesgo a expresar más mis ideas, sin importar si me pongo nervioso o colorado.

—¿Y qué es lo peor que podría pasarte? —le devolví su propia pregunta.

—Que no me escuchen o que piensen que no soy bueno.

—Entonces —continué con la dinámica—, cuál sería tu siguiente pregunta.

—¿En qué me afecta que lo lleguen a pensar? —respondió con mayor rapidez, y antes que yo pudiera decir algo continuó—… y la respuesta a eso es que en nada, porque me esfuerzo cada día por dar buenos resultados y, de hecho, cada idea que tengo que no digo en el instante que la pienso, al poco tiempo alguien más la propone… Es más, generalmente vienen a consultarme cosas, así que no creo que alguien piense que no soy bueno.

Su voz era más segura, había abandonado el golpeteo del esfero sobre la mesa y ahora se había llevado la mano a la altura del rostro y lo observaba como si esa lapicera fuera su interlocutor.

—¿Alguna otra pregunta que quieras hacerte?

—Sí, dos —contestó, hizo una pequeña pausa y sonreía al hablar—. La primera, que estoy seguro de que me la harías tú, es cuál sería la ganancia de hacerlo, a lo que te respondo que mucha porque voy a mostrar más participación, y la segunda es mía: ¿cuándo será la próxima reunión para ponerme a prueba?

Me enorgullece y emociona relatar esto porque ese ser no solo se desafió a cambiar un pensamiento sobre sí mismo, sino que a partir de allí modificó un comportamiento que no le estaba permitiendo mostrar varias de sus competencias, y más allá de ello, incorporó en sus conversaciones personales y con sus compañeros más indagación reflexiva como un recurso de comunicación constructiva.

¿Qué tipo de indagación existe? Frank Peavey, un pionero en el uso de preguntas estratégicas, dice en su paper Strategic questioning manual: “Las preguntas pueden ser como una palanca que usas para forzar o abrir la tapa pegada de una lata de pintura… Si tenemos una palanca corta, no podemos más que solo romper la tapa de la lata. Pero si tenemos una palanca más larga, o una pregunta más dinámica, podemos abrir la lata ampliamente hasta remover todo su contenido… Si se aplica la pregunta correcta, y se excava lo suficientemente profundo, entonces
podemos remover o sacar todas las soluciones creativas”.

 Parqueados dentro del Cadex, recuerdo el viaje que hemos realizado por la nariz y los ojos; ¿lo recuerda? Pues bueno, no sé si logró darse cuenta de algo que me va a permitir continuar profundizando en esta poderosa habilidad de hacer preguntas y es que estos tres órganos están interconectados, es decir, no es que pudiéramos pasar como por un túnel y viajar entre uno y otro, pero sí que todas las estructuras que hemos recorrido, sus entradas y salidas, interconectan dos grandes sistemas: el digestivo, que termina en el estómago, y el respiratorio, que conduce a la tráquea y a los pulmones. ¿Ahora entiende por qué en un resfriado se tapan la nariz, le pueden lloriquear los ojos y hasta perdemos el apetito?

Pues bien, tomo esto porque aquí nuestro cuerpo nos da otra lección, ya que para desarrollar la competencia de la indagación  en un nivel mayor se requiere tomar conciencia de la interrelación que tienen habilidades que se abordaron durante el viaje por esos órganos, como la búsqueda de información (ojos); intuición y solución de problemas (nariz), y aunque no está en la relación que acabo de anotar, la escucha activa y enfoque (oído). ¿Dónde quedaría en esta analogía el aparato digestivo? Ya lo llevaré allí más adelante, pero por ahora baste decir  que tiene que ver con procesar información y con el “gusto” por la comunicación.

Cuando se combinan las habilidades mencionadas, se facilita la construcción de preguntas que desafíen a ir más allá
de lo evidente en cada situación, mover el enfoque de las conversaciones de los problemas —¿quién fue el responsable?, ¿cómo pasó?, ¿cuándo?, ¿cuánto le costará—, a la búsqueda de posibles alternativas de avance —¿qué aprendizaje nos queda?, ¿qué haremos diferente, ¿cuál es la posibilidad que vemos acá?—.  La diferencia entre una clase de pregunta y otra es que las primeras no movilizan, las segundas estimulan conversaciones reflexivas, generan curiosidad, generan energía, centra el foco en el significado que encierra la situación y, claro, invita a la creatividad..


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¡Manual de Anatomía para Líderes ya llegó a librerias!   

Sí. Es mi más reciente libro. Un manual para desarrollar el líder que hay en cada uno de nosotros, tomando como base el recurso más cercano que todos tenemos: nuestro cuerpo. Lo presenté en el marco de Filbo 2022 y ya está en librerías en Colombia: Lerner, libreria Nacional y Fondo de Cultura Económica. Fuera de Colombia en Amazon.com. Para pedidos corporativos en el mail coach@coachsandramateus.com o al 3154786927.        


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