Nunca fui visitante asiduo de moteles pero tampoco diré que no conozco, claro. Negarlo es como negar a la mamá. Lo que pasa es que empecé a visitarlos más bien tarde, como a eso de las 11 de la noche (ay tan chistoso). Mentira, tarde en edad. Creo que el primero lo debí visitar muy a mis 26. Si alguna de mis ex lee esto y se da cuenta de que estoy descachado, que por favor me corrija, soy malo con las fechas.
Para ambientar la leída. Denle play con confianza (y si quieren con audífonos).
https://www.youtube.com/watch?v=c_Kfnmv-Hrs
Como les decía, no conozco muchos moteles. Es más, hasta bien mayorcito me ponía nervioso de sólo pensarlo. Me decían motel y yo ya empezaba a pensar en la entrada y la salida (la del motel, por supuesto). Así de tarado soy. O era, creo. De hecho hoy en día me dejo aconsejar y eventualmente le pregunto a ella si tiene alguna preferencia. Si prefiere no darme opciones -ya sea por pudor, apariencias, o simple ignorancia- nos vamos para el de siempre. Allá donde me siento en confianza. Ok, no tanto como para que me digan «Uy don Omarrrrr, tiempo sin verlo, nos tenía olvidados, ¿no?«. Yo era de los que no entendía el chiste de «llegó oliendo a jabón chiquito». Para mí los únicos jabones chiquitos eran los de los hoteles en Paipa.
Sí, la primera vez que fui a un motel descubrí el jaboncito ese y me reí yo sólo como por dos horas como un pendejo. Ahora que lo pienso, de pronto por eso fue que me terminó mi novia de ese entonces. Pero no sólo descubrí eso, nooooooo. También descubrí el champú de botellita, el gorro de plástico de bolsa de supermercado, y las inigualables «pantuflas» de papel desechable. Yo estaba maravillado. Es como cuando uno va al planetario por primera vez: GUAAAAAAAAUUUU. Creo que si en ese entonces hubiesen existido los celulares con cámara, me habría tomado una foto con todo eso puesto. Así bien montañero. Y ni hablar del control remoto «pegado a la paré».
Hablando con unos amigos en Medellín, notamos que en Bogotá el tema de los moteles es bien competido. No sé decirles cuántos, cuáles ni cuánto cobran allá, pero en Bogotá los hay de todos los precios, colores y olores (sí, olores). Tenemos unos ubicados cerca a zonas universitarias, para aquellos que viven con sueldo de estudiante y cuyo presupuesto no da para mucho lujo. Es que a esa edad uno no piensa en accesorios, los chinitos van a lo que van. Con que haya cama… y a veces ni eso. De ahí para arriba es ganancia. Y en media hora ya están saliendo, con la pierna temblorosa.
Hay otros más alejados, en los que la variedad es mayor. Que si el jacuzzi, que el sauna, que la tina, que la joda. Se le tiene la silla de ginecólogo o el columpio. Hay unos incluso que están en zonas residenciales. Cada vez que iba a visitar a una novia que tuve, tenía que pasar por un par. Al final ya no me decían el clásico «chic-sss, chic-ssss, casi-vírgenesss, pase sin compromiso«. Esta es la hora en que no sé qué es ser casi virgen. Yo pasé del ser al no ser directico. Pero, ¿casi? O justo esa fue la clase de sexualidad que me perdí en el colegio por quedarme en recreo, entre la gráfica explicación con pepino y la exposición de ETS de Orjuela -que no perdía oportunidad de exponer sus conocimientos en clase de comportamiento y salud-.
En Bogotá la competencia entre moteles es tan ruda que ya no basta con el voz a voz o la repartida de tarjeta en la calle. No. Tienen que ser más creativos para atraer nuevos y fidelizar antiguos clientes. Es así como nació la coco-ruleta. Uno llegaba en el carro -me contó un amigo- bajaba la ventana y le daba con fuerza a la ruleta. Para que girara. Había que hacerlo con fuerza para que la acompañante no pensara «si así es para la ruleta… voy a perder la empelotada». Por supuesto, la ruleta esa gira por segundos interminables, dada la obvia tensión existente al interior del carro -me contó un amigo.
Me contó otro amigo que hay uno en el que tienen una silla de ginecólogo, vaya uno a saber para qué, Dios mío Bendito. Tengo entendido que hay otro (u otros) en el que hay ambientes. Por si uno amanece creyéndose cazador africano, egipcio. Eso sí, el de esquimal si no lo quiero ensayar. Con esos abrigos debe ser incomodísimo, y ese frío lo debe hacer quedar a uno como un cuero, cuerito heladito. Pero me parece buena idea ella bien amazona. Quizás algún día les dé por sacar tarjeta súper cliente, o viajero frecuente con acumulación por kilometraje: «mi amor, con el de esta noche ya nos ganamos el jacuzzi». Y habría categorías Flexi, Econo y Ejecutiva (o sea, no se permiten pasajeros de pie).
Yo personalmente prefiero aquellos en que hay más privacidad, de los que tienen su «cabaña» separada. Uno llega en el carro, le cierran la puerta del parqueadero y listo, a sus anchas -y largas. No me gustan tanto los que son como edificio de apartamentos y hay que subir en ascensor. Si en el conjunto residencial son incómodos los silencios en los ascensores, con los vecinos, imagínense en un motel. ¿Qué hace uno? ¿qué le pregunta a los compañeros de viaje? Si van de salida uno les pregunta «¿y qué, buena la faena?«. O de entrada, «buenas, ¿me marca el cuatro?», «¿A cuál van? ¿Ya conocieron la que es como un consultorio? ¡¡Trae el disfraz de enfermera y todo!!«. Es más, creo -me contó el mismo amigo- que esos tienen sala de espera, para los casos en que están full (me imagino que en fechas como el día de la secretaria, o amor y amistad deben ser bien transitados). Ahora, ¿qué música suena en esas salas de espera? ¿»Melodía Stereo, música para ejecutivos»? O salsa de cama, supongo. ¿Qué tipo de revistas hay? No creo que sea «Selecciones». O Semana. «Ala, Marujita, voy a leerme la columna de Jose Obdulio mientras tanto». En todo caso yo no leería a Poncho Rentería. Eso apaga cualquier buena intención que uno lleve. Y si uno en la sala de espera del odontólogo escucha al fondo la fresa… ¿en la de un motel qué escucha? Una fresa de odontólogo atortola, acá atortolarán unos gemidos bien intensos. Eso de que lo comparen a uno…
Otra de las diferencias entre los moteles de Medellín y los de Bogotá es el control remoto, que aquí en Bogotá está pegado a la pared. Bueno, prefiero eso que con cadenita, aunque me imagino que debe haberlos. Si me informaron bien, mis amigos, en otras ciudades preguntan «¿noche o casual?«, lo cual no me gusta porque eso de casual me suena a «la acabo de conocer, y vinimos de choco-locos«, y pues… uno tiene que cuidar la reputación de la amiga. Hasta en los moteles. Yo prefiero que me pregunten «¿Rato o amanecida?», en cuyo caso respondo «uy no, déjeme aunque sea dos o tres ratos». Es que todo caballero repite.
Nota: Olvidé comentar acerca del fabuloso menú que ofrecen los moteles/residencias, que incluyen hasta una poderosa picada compuesta de rellena, chorizo y empanaditas de toda clase. Mucha clase ¿no?
¿Cuáles moteles les ha tocado a ustedes? ¿Tienen historias para contar? Sigan, con confianza que al fondo hay puesto.
Entradas anteriores: «Sal con alguien valiente«, «Le pasó a un amigo: La tenista«, «Si a Bogotá no hubiera llegado Petro«.
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La primera vez que fui con mi novio, el cual tampoco habia estado nunca en sitio de esos, llegamos, nos sentamos en la cama y nos mirabamos, mirabamos para todas partes… Nos acostamos a ver television.
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Jajajaja. ¿Y a dormir?
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Omar o lectores aconcejenme,
estoy en Bogtá hace 8 meses, y la verdad de donde vengo era un conocedor del tema…Pero acá no tengo idea, vivo en suba ( cerca del cc santafe), quisiera saber de sus opiniones que moteles recomiendan, ( Acá no dispongo de carro propio, así que tocará en taxi), pero quisiera conocer o saber de alguno que sea bueno, que uds recomienden (y si saben tarifas bienvenidas sean), jajajaja ya que aunque suene triston no conozco a nadie en la ciudad, gracias a los que me quieran ayudar.
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Vea, que si alguien le colabora a Randy. Servicio Social en los Marmotazos.
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Siempre vengo por un rato y me pego la amanecida leyendo sus fantásticas historias Omar…jaja!
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Jajaja. Gracias Elkin. Bienvenido siempre 🙂
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jajaja muy bueno, recuerdo que mi primera vez en un motel me toco la habitacion con un muro por cama q parecia una extension de la pared, la ventaja es que se elimine el chirrido del vaiven, jaja tiempos aquellos
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uyyyyy parce esto que escribe es muy chistosoooo me reí desde que lo comencé a leer muy buenooo jajajajajajajajajaja
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Gracias Raul 😀
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Muy buena la entrada… lo más chistoso de un motel definitivamente es encontrarse con otra pareja en el ascensor… los manes nos vemos siempre con cara «buena tigre!!!!» y las chicas siempre miran con pena y esquivan la mirada… si quiere ampliar su conocimiento del tema le recomiendo ir a la 63 con caracas… allá encuentra de todos los tipos
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Jajaja. Gracias por la recomendación, Adrián 😀
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Me encanta su blog, una vez fui a un motel tipo cabaña y me perdí, por abrir la puerta del baño abri la de la entrada estando empelota y alborotada, menos mal que fué en la madrugada y supongo que nadie me vio
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Jajajajaja. Qué anécdota esa 😀
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En Las Palmas, el que queda por la 63 con Caracas si hay tarjeta de cliente frecuente jajajaja y he visto el menú y toda la vaina. Bastante interesante y la atención es excelente
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Tiempo sin pasar por aquí jijijiji…me reí mucho de tu columna, yo tampoco entiendo lo de la silla del ginecólogo todavía jajajajajajajajaj,pero si deberían implementar el sistema de puntos, eso seria fantástico juajuajuajuajuajajajajajaja.
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Claro…. Ahora entiendo. Andres termino, en su siguiente cita con la tenista, en un motel -por eso lo de «me contó un amigo» – y Omar, para no hacer quedar mal a la tenista y cuidar su reputación, solo contó la historia por emcima, desviando nuestra atención al famoso ¿rato o amanecida? Jajajaa
Me gusto, como siempre…. Nos debes la foto con el kit puesto jaja
La compartiría en mi facebook (como lo hago con todas tus historias), pero creo que no es muy conveniente si quiero evitar algun comentario del amigo imprudente, ¡que no falta!
Simplemente…. Me encantó!
Un abrazooo‼️☺️
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Viejo Omar. Esta si que estuvo genial, como siempre vos con tus buenos apuntes.
Lo mejor es armarse de la barra de jabón antes de ingresar al motel y se evita del «olor a jabón chiquito».
Suerte viejo Omar!!!!
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Una de las fechas en Bogotá con más demanda es el miécoles santo!! Una vez fui en esa fecha y estaban todos llenos. Nos toco resignarnos a esperar turno
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Me contó una amiga, que en Bogotá existe un motel donde puedes adquirir la tarjeta cliente frecuente, la cual te da descuentos en tarifas y acumulas puntos, es una tarjetita azul muy discreta. cuenta con habitaciones témáticas y sala de espera… jejejeje, tu amigo esta bien dateado…
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Me conto un amigo… que en alguna ocasión cuando entro y vio la silla ginecologica, asumio que era una silla abdominal… todo porque hay que ejercitarse en cualquier lugar….. jejejej
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Jajajaja.
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jajajjajaja… acá en Barranquilla también los hay variados: con abanico o ventilador a 10 000, con aire a 12 mil las 2 horas (para cortos de billete) , para los que andas montaos en platica hay hasta a 100 mil la amanecida , una cabaña con todos los juguetes. No faltan los privados con parqueadero y hasta pétalos de rosas sobre la cama y todo. jejejejeje… y los precios los sabe todo el q camina x el centro pues estan a la vista
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Jajaja. Eso. Buen dato 😀
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Yo sigo esperando el final del partido de tenis ):
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Algún día 😛
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