Este jueves se cumple una nueva versión del día sin carro en Bogotá. Este año viene con un punto adicional: También será el día sin motos. Aunque decir día sin carro es una utopía porque lo que se ve son carros. Servicio público, algunos privados, y claramente nuestra maravilla de gobernantes que usan sus carros públicos porque sí. Porque son ellos. Porque el día sin carro es para los demás.

Ya son 15 años de esta medida y el tráfico está peor, la movilidad insostenible y el caos vehicular en continuo crecimiento. 15 años donde ya tendrían que haberse construido varias líneas del metro, Transmilenio por todas las principales avenidas, un sistema de buses excelentemente implementados que apoyaran la operación.

Trancón cotidiano en Bogotá

15 años después hay 1’400.000 autos particulares, 100.000 de servicio público, más de 400 mil motos, pero no hay metro, el servicio publico es bastante mediocre, la infraestructura vial tiene 40 años de atraso ¡40 AÑOS! y una malla vial destrozada en su mayoría. Pero no nos sorprendamos en la ciudad donde se caen los puentes, se incendian los buses SITP y todo normal. Como no hubo muertos no es tan grave.

No voy a defender lo indefendible. ¿Que en Bogotá la cantidad de personas que usan carro particular es mucho menor a quienes usan servicio público? Sí. ¿Que los carros particulares contaminan más? Sí. ¿Que los grandes trancones son generados en su mayoría por los carros particulares? Sí.

Algún experto en urbanismo y movilidad dijo que una ciudad no avanzaba cuando una persona pobre podía comprar un carro, sino cuando una persona rica se bajaba de su auto particular para usar el transporte público.

Esto no está pasando en Bogotá. Ahora dan carros con sólo la cédula y el mercado de usados se ha depreciado tanto que hay autos desde un millón de pesos al alcance de más personas. Quienes tienen un mayor poder adquisitivo compran dos o más carros. Y ni hablar de las motos. Infierno sobre ruedas.

Pero lo que quiero resaltar es que Bogotá también se ha convertido en una enemiga acérrima del carro particular. Aquí tener un auto particular es un pecado. Restricciones y más restricciones para nosotros que, como todos los ciudadanos, pagamos puntualmente un sinnúmero de impuestos que, en teoría, nos deberían garantizar el derecho de usarlo cuando y como queramos, obviamente cumpliendo las normas de tránsito. Impuesto de rodamiento, de propiedad, impuesto a la gasolina, impuesto por la revisión tecnico-mecánica, impuesto por los seguros (obligatorio y privado).

¿Por qué si pagamos el 100% de los impuestos relacionados con el vehículo, sólo lo podemos usar un 60%? Llegará el día en que nos impongan que sólo podamos sacar el carro un día a la semana. Porque “hay que colaborar” según la administración mediocre de turno. Y no sumemos la cantidad de dinero que gastamos en talleres cada vez que dañamos el auto por los huecos.

Yo aún sonrío irónicamente cuando a la autopista norte de Bogotá, especialmente de la 195 hacia el norte, se le llama así: Autopista. Claro, si usted compara las vías de Bogotá con las de Puerto Príncipe en Haití, le parecerá que aquí no estamos tan mal en vías. Pero si compara estas vías con la ‘Autobahn’ alemana pues… en fin.

Las últimas administraciones distritales se han destacado por imponer medidas contra los propietarios de vehículos particulares buscando simplemente restringir y restringir, no solucionar. Es la medida facilista. Y en un pueblo tan conformista y resignado la única opción es aceptar a regañadientes. No hay protestas, movilizaciones, nada. Tal vez un ‘hashtag’ en Twitter que durará dos días y nada más.

Desde el golazo que nos metieron con el Pico y Placa, medida tercermundista, se han incrementado las prohibiciones. Ahora hay Pico y Placa para tráfico pesado, ambiental, etc. Sumemos el carril exclusivo de la séptima y las zonas donde se es prohibido parquear. Ya han puesto señales de estas hasta dentro de los conjuntos residenciales.

Y no llega algún alivio por pequeño que sea para el dueño del particular. Por ejemplo que se habiliten zonas de parqueo gratuitas entre las 10:00 p.m. y las 6:00 a.m. en muchas zonas donde normalmente es prohibido hacerlo. O que se organicen otras zonas de parqueo con tarifas menores y competitivas frente a la banda de atracadores en que se convirtió el gremio de parqueaderos. Roban descaradamente con tarifas absurdas y ahí los controles del distrito no aparecen.

No veo soluciones cercanas y sostenibles para que los propietarios de vehículos particulares se bajen de sus autos y opten por otras alternativas. Propuestas y propuestas. Improvisación, desorden, corrupción etc. Una de las soluciones principales es dar un servicio público eficiente, seguro, limpio, organizado, amable y asequible. Transmilenio, que en algún momento fue la joya y el orgullo de Bogotá, hoy es caótico, inseguro e ineficiente. Ya ni en las horas valle el servicio es agradable.

Y mientras en Sídney, Australia, comenzaron la construcción de un sistema de trenes en 1.855, sólo apenas hace 160 años, aquí aún nos preguntamos si necesitamos un metro.

Mientras esto no mejore llegarán y llegarán vehículos particulares. La mediocridad e improvisación de las administraciones impulsará más restricciones y Bogotá se sumirá en un eterno trancón de Soacha a Chía, y de la Calera a Mosquera.

Se intentan algunas iniciativas de compartir el carro, de usar la bicicleta, de irse a vivir cerca del trabajo, de caminar, entre otras. Las aplaudo y las admiro.

Pero, por ahora, yo no me bajo de mi carro.

¡QUÉ LEJOS ESTAMOS!

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LuisÉ Quintero
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