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Hace algunos años se ha venido manifestando por parte del pueblo una especie de ajusticiamiento que ha replicado en varios sectores del país, donde el linchamiento social o, “limpieza social”, como lo denominan algunos, es protagonista en redes sociales y medios de comunicación, donde el instinto salvaje humano de algunos y el sentimiento de impotencia de otros, contrasta en un país donde la autoridad en todos los frentes ha perdido el respeto y se ha convertido en una disputa de tú a tú entre ciudadanos y quien tiene la potestad para forzar el cumplimiento de la ley o imponer orden social.

Como consecuencia de un sistema judicial que sanciona con toda severidad, en la mayoría de los casos, delitos comunes y perdona o castiga con flexibilidad a delincuentes de grueso mayor, expresión de la desigualdad jurídica en medio de una crítica desigualdad social que sigue privilegiando el poder monetario por encima de oportunidades e inversión.

El linchamiento social es la combinación de sentimientos de impotencia y frustración que rayan con el abuso de autoridad por parte de ciudadanos que demandan autoridades competentes y honestas pero, paradójicamente, atraviesan con su instinto animal la delgada línea que existe entre ordenar el cumplimiento de la ley y sancionar, acción que recae exclusivamente en los Jueces de la República.

Sin embargo, son numerosos los casos de corrupción y clientelismo en la Justicia, la Policía, el Congreso y un sinnúmero de autoridades acosadas por estos graves problemas que deslegitiman el poder de la ley, así como el accionar de policías, fiscales y abogados de buen proceder ético que luchan todos los días con un sistema torpeado tramposamente por funcionarios con intereses particulares o, en el peor de los casos, con un ordenamiento jurídico creado para confundir y dilatar.

Pero hasta qué punto puede justificarse el linchamiento social en medio de una cultura que propende no solo por los derechos fundamentales sino también por ciertos derechos sociales reconocidos poco a poco, jurisprudencialmente, todo esto en medio de un sistema jurídico que ha evolucionado enormemente pero que no cuenta con las herramientas y el material humano para lograr igualdad jurídica que conlleve a una igualdad social duradera.

Es claro, que en medio de una sociedad construida y consumida por la violencia, el linchamiento social se configura en uno de los instrumentos justificables, excepcionales y en algunos casos necesarios, porque velar por los derechos de ciertos “sujetos” es muy fácil desde el papel o desde la zona de confort de aquel que no ha sido afectado por el operar delictivo, fruto de un país que les ha dado la espalda y, consecuentemente, no ha reprendido su accionar ilegal de forma efectiva, llegando a un punto de frustración enorme, donde el delincuente amenaza y lanza improperios en presencia de policías y prefiere ser llevado a una estación de policía que someterse al ajusticiamiento social, porque bien sabe que puede pasar pocos días en este lugar o en el peor de los casos llegar a prisión, pagar una pena irrisoria y quizás, seguir delinquiendo, en la escuela del delito por excelencia.

Sin embargo, las autoridades requieren del apoyo incondicional de la ciudadanía exigiendo en todo momento el cumplimiento de la ley, así como acudiendo a las autoridades competentes, tales como la Personería, Defensoría del Pueblo, Policía Nacional, Ejercito Nacional, entre otras instituciones que deben ser presionadas y exigidas al máximo.

El país requiere ciudadanos que luchen y demuestren con valor y honestidad que a pesar de la adversidad, es posible generar un cambio, así como lo hizo la Selección Colombia que al vencer a Brasil después de 24 años logró demostrarle a muchos, que el apoyo incondicional debe estar en las buenas y en las malas, porque hace algunos días los que resultaron linchados por redes sociales y medios de comunicación fueron los jugadores y cuerpo técnico de la Selección, al caer derrotados sorpresivamente ante Venezuela, lo que les permitió crecer en humildad y en fortaleza de espíritu para brindarle al país una alegría más y un fresco después de aquella dolorosa derrota en la Copa Mundial.

colombia venezuela

Tomado de canchallena.lanacion.com.ar

Por supuesto que celebrar en medio del éxtasis social no cambia el panorama lamentable en Colombia, pero ha sido el deporte el principal motivo en los últimos años para demostrarnos como país que juntos podemos, sin esperar gestos de paz hipócritas de las FARC, acuerdos de paz utópicos o intermediarios políticos ni mesías gustosos por el poder, sino antes bien, responsabilidad, disciplina, sentido de pertenencia y reglas de juego claras, donde la autoridad piense y calcule fríamente, y las piezas coordinen en busca de objetivos en común.

colombia brasil

Tomado de www.nacion.com

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