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Me encanta el cine. No en todas sus variedades. Debo confesar que no soy capaz de ver una película donde haya «demasiado» de cualquier cosa: demasiada violencia, demasiado drama, demasiado terror, demasiado suspenso, demasiados intentos de hacer reír… Demasiado. Me gusta la armonía y amo una película en la que se siente que todo fluye y hay equilibrio entre el peso de los personajes, la trama, la música y la imagen.

¿Y sabe que me encanta del cine también? A ver si coincidimos. Ver los «detrás de cámaras». Y eso implica ‘chusmear’ de la vida de los actores, dónde trabajaron antes de llegar ahí, encontrar videos de la filmación de escenas, la naturalidad de las equivocaciones, en fin, porque siento que allí se creó la magia. Y eso es lo que pasa con el coaching. La magia inicia en lo que no se ve, en lo que generalmente no se cuenta.

Por eso voy a arriesgarme a armar un «detrás de cámaras» de un proceso de coaching profesional y hago esta aclaración porque para nadie es un secreto la cantidad de actividades que se venden bajo el título de coaching solo porque suena bonito. Por eso, voy a partir de  su definición, especialmente la del coaching ontológico que es mi especialidad y la resumiría en:

«Una disciplina que busca, a partir de conversaciones basadas en preguntas del coach, apoyar al cliente a transitar los aprendizajes que le sean necesarios para avanzar y alcanzar los resultados que hasta el momento no había logrado. Esos aprendizajes pueden ser tan profundos que le llevan a un cambio en el tipo de observador que está siendo de su propia realidad.»

Podríamos decir que ese esa es la síntesis de la película. Ahora, los personajes son dos: coach y coachee (quién toma el proceso) Y los dos viven sus propios momentos antes de salir al set de grabación (sesión de coaching). Veámoslos uno a uno.

COACH

Para ser convocado se ha debido preparar por varios años, seguramente tendrá una credencial de alguna asociación, en Colombia ICF o la Asociación Colombiana de Coaching Ontológico Profesional – ACCOP, entre otras, cada credencial valida sus años de expertise. Master es la más alta, pues seguramente ha ejercido en un lapso no inferior a 6 o 10 años y ha acumulado más de 3000 horas de sesiones  y si está iniciando su camino, tendrá otras como COPA (Coach Ontológico Profesional Acreditado) en ACCOP o  ACC (Associate Certified Coach) en ICF, pero más allá de la credencial esta persona se toma en serio su compromiso y declaración de servir a otros bajo los parámetros éticos de esta disciplina. Quién no lo hace de esta manera, es muy probable que lo evidencie a la hora de entrar en acción y cause confusión y resultados no gratos en quienes confiaron, y de paso lacere la reputación del coaching mismo. Eso es otra película.

Antes de iniciar la sesión, podríamos ver al coach preparándose y conectándose con sus propias competencias: limpiando su escucha para estar en apertura y respeto de lo que traiga su coachee, manejando sus propias emociones para que no interfieran en su capacidad de estar presente en cuerpo, alma y corazón con el otro, y soltando cualquier prevención sobre sus propias limitaciones para ser la mejor versión de coach que el otro necesita. No libretea, no llega con una lista de preguntas pre-establecidas, suelta cualquier rastro de consejos porque no lo contrataron como consejero, ni como consultor, ni como terapeuta y eso se lo ha debido aclarar a su contratante en diálogo fuera de cámaras.

Transcurre la grabación (la sesión) y aunque se le ve muy tranquilo y atento en la escucha, el «detrás de cámaras» nos permite entrar en su corazón y sentir cómo se acelera por momentos cuando logra conectar con su coachee y avanzan, pero también se desacelera ante el temor momentáneo de no estarle sirviendo. Y esa cámara mostraría a todas sus terminales de pensamiento personales encadenadas a un rincón para que no suelten recuerdos de sus propias experiencias, o le soplen: «dile esto que a ti te sirvió, ¡díselo!». Por eso las encadena. Ellas no tienen cabida en ese momento, solo están en pleno funcionamiento las terminales auditivas listas para escuchar la historia con la que llega el coachee y desde ahí construir preguntas que lleven a esa otra persona a reinterpretar la historia misma que está contando o reinterpretarse a sí mismo, si es necesario, y así pueda declarar nuevas acciones concretas con las cuales se compromete.

Termina la hora o la hora y media de la sesión, el coach sale de escena y busca un espacio en silencio y a solas para liberarse de las tensiones (yo tengo un ritual de lavarme las manos para soltar todas las energías que pudiera haber recibido del coachee: sus temores y sus conversaciones se van con él(ella), no las puedo acumular en mí), y agradecer por una oportunidad más de estar en servicio del otro, o de otros si fue un equipo. Pero también puede pasar que las cosas no hayan salido del todo bien, y ese coach se lleve una conversación de ¿cómo pude haberlo hecho mejor? Esa pregunta lo perseguirá por un tiempo.

COACHEE

Hay dos posibilidades: eligió al coach o fue elegido, esto ultimo en procesos empresariales. Si eligió al coach, antes de conectarse a la sesión virtual o asistir, si es presencial, estará ansioso, querrá avanzar en aquello que le agobia o requiere y ve en ese profesional una puerta de salida. En el segundo caso puede pasar que ni siquiera quiera el proceso, es más, lo quiere ocultar. Como me dijo un día un ejecutivo en su primera sesión: «¿pero de esto nadie se va a enterar, cierto?», porque lo ve como un castigo, un ultimátum de la empresa. Sin embargo, con el tiempo se da cuenta que no es así y recuerdo que este mismo ejecutivo en la tercera sesión incluso me contó que había reunido a su equipo para compartirle varios de los aprendizajes que había venido logrando.

Entonces, aquí el detrás de cámaras es más complejo. Cada coachee llega con una emoción y conversación diferente, son como películas diversas, por lo cual su relación con el coach y su propio aprendizaje es diferente. La cámara en su interior nos permitiría ver durante la sesión su atención plena y la búsqueda de respuestas antes ni siquiera contempladas. Después de la sesión pueden tirar el libreto que armaron en la sesión a la basura (cuando no se comprometen realmente con el proceso y sus resultados) o aprenderlo y ponerse en acción superándose en sus propios resultados.

En una sesión de coaching no hay «¡corten y se vuelve a grabar!», eso lo sabe el coach, es más una obra de teatro en directo, por eso la cámara tiene que ir adentro de los personajes. En esta obra es la vida misma la que se pone en escena, la vida del ejecutivo y su crecimiento como líder del equipo y de sus resultados, del hombre o la mujer que siente que puede dar más, pero que se ha bloqueado y es por ello que el coach profesional debe entregarse y poner en evidencia sus competencias.

REFLEXION PERSONAL. Llevo once años ejerciendo el coaching, tengo el honor de haber logrado la acreditación como Master Coach Ontológica Profesional y aún me siento como aprendiz cada día. Amo este escenario, amo la posibilidad de apoyar a una empresa, un líder o una persona en sus bloqueos individuales y, como yo, hay cientos, miles de profesionales en Colombia y el mundo entero que lo hacen. Así que me debía este artículo como una manera de honrarlos a todos ellos y a los miles de coachees y empresas que se han permitido estar en una escena del coaching y salir de allí con una mirada más generosa de ellos mismos y gracias a ello impulsar sus resultados.

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Soy Master Coach Profesional acreditada internacionalmente. Mi pasión es la formación en habilidades de coaching, comunicación en todas sus formas (oral, escrita, estratégica) y los juegos para el aprendizaje (modalidad virtual). Te invito a conocer cómo puedo apoyarte a ti o a tu empresa en el desarrollo de competencias de comunicación y liderazgo. Contacto: contacto@facilitarclic.com o en el Whatsapp +57 315 4786927

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