El lunes estaba de carreras. Tenía que estar a las 4 de la tarde en el aeropuerto para iniciar un viaje que me tenía emocionada por dos razones. La primera, porque ese avión me llevaría a una ciudad que no visitaba hace cerca de 9 años, Bucaramanga al norte del país, y la segunda porque el motivo era llevar a cabo cuatro entrenamientos durante dos días seguidos con cuatro equipos diferentes de asesores inmobiliarios. ¡Más de 100 personas en dos días!. Un manjar de emociones para mí. ¿El tema? Creencias limitantes. Cómo impactan nuestra vida, comunicación y resultados.  Mi cabeza estaba alistando todo, cuando, hacia el medio día, mi padre volvió de su caminata diaria, pero regresó diferente.

―»Me duele la cabeza y el pecho, no pude respirar bien en el parque y tuve que parar un rato»

Fueron esas sus palabras mientras abría la puerta. No había nada que pensar. A él casi nunca le dolía la cabeza, aunque el pecho en alguna ocasión le había molestado pero había sido otra la razón. Nos vamos para urgencias. Comió algo -para que no le molestara la gastritis-, ya se sabe lo que puede ser una espera en urgencias, y salimos con mi madre quién se iba a quedar con él, yo tenía que devolverme para alcanzar a terminar todo y poder salir a tiempo. Así lo hice y en cuanto encendí el celular en Bucaramanga, 8 de la noche porque el vuelo se retrasó una hora, aún no sabíamos que era. Estaban esperando resultados de más examenes porque los primeros no salieron muy bien.

Un par de horas después, el diagnóstico no tenía duda: «enfermedad coronaria severa de un vaso secundario. Infarto agudo de miocardio»  .. mi padre tiene 74 años y sufre de hipertensión, y si hay algo que ha tenido fuerte en su vida es el corazón gracias a los buenos hábitos deportivos que tuvo hasta los 40 o un poco más cuando un problema en la rodilla le impidió seguir practicando lo que más amaba, el atletismo.

¡Un infarto! Un mes atrás, otra persona de no más de 45 años, gran mujer, madre, esposa, alguien muy generoso y comprometido, quién nunca había sufrido del corazón, murió de un infarto repentino. Y ahora, nos decían que mi padre se estaba salvando de uno. Le hicieron un procedimiento para destapar el vaso taponado -no se si así se dice en lenguaje médico, mil disculpas es lo que entendí- , cateterismo y salió todo bien. Ayer volvió a casa y vienen días de recuperación, de cambio de hábitos alimenticios, de pensamiento y emocionales.

¿Por qué estoy compartiendo esto que le pasa a mi familia?  Porque alguna vez escuché a un maestro  de coaching decir que

Es mejor abrir el corazón a través de las palabras, expresar lo que sentimos, sanarlo, antes que sea un médico el que lo deba hacer

Esto ha sido un aprendizaje para todos. ¿Que viene despues? Se inicia una fase de miedo, miedo a la partida, a la pérdida, a lo que viene, no solo de quién lo sufre, sino de quienes estamos alrededor. Hemos tenido conversaciones entre hermanos que antes no habíamos tenido y con mi padre también y vendrán más. Conversaciones sobre la importancia de centrarse en lo que hay no en lo que falta, en el fluir de la vida, en aprovechar cada momento con tranquilidad.

En esos entrenamientos que dicté en Bucaramanga, porque a pesar de tener mi corazón con el de mi padre, tenía que cumplir mi compromiso profesional, claro, porque estaba tranquila que tenía a toda la familia acompañándolo, turnándose, yendo y viniendo del hospital, e igual no crean que no me pregunté varias veces ¿por qué pasa esto, estando yo tan lejos?, en fin, en esos entrenamientos hablabamos también de los miedos, y les dije «no le tengan miedo a sentir miedo, porque es una emoción salvadora, nos advierte de peligros y nos lleva a cuidarnos, pero no dejen que crezcan tanto que los paralice». Así que cuando nos llega este miedo a la pérdida en realidad debemos preguntarnos ¿qué otro mensaje me puede traer?

Y el mensaje puede ser el de la suma. Sumemos más tranquilidad a la manera como vivimos, más conversaciones para arreglar conflictos con otros y menos para alimentar nuestros resentimientos. Sumemos más ganas de fluir con la vida en lugar de oponernos a todo. Sumemos más comprensión y escucha al otro, en lugar de querer que vivan como nosotros creemos que debe ser. Sumemos más ganas, más riesgos, más decisiones que nos lleven a alcanzar aquello que queremos.

Un vasito secundario. ¡Un vasito!, Quien creyera. Cuando trabajo con equipos en las empresas en temas como comunicación o liderazgo, también veo vasitos obstruidos que no son atendidos y que con el tiempo terminan colapsando proyectos, metas, resultados y organizaciones. Que tu vida no se infarte, que tu empresa no se infarte. La vida es muy corta para vivir en el miedo, en el reproche, en la conversación negativa permanente, en la insatisfacción, en el que dirán.

Te invito a que cambies tus conversaciones con tus dificultades. Te invito a que leas «Como salir de tus zonas Oscuras», mi último libro en donde encontrarás 16 zonas como el miedo, la inseguridad, resistencia al cambio, autosabotaje, baja autoestima entre otras. También contiene ejercicios prácticos para salir de cada zona. Puedes conseguirlo digital o físico en todas las plataformas de Amazon y en Bogotá en las  librerías Tango, Discos y Libros

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