No son pocos los momentos en los que quisiéramos simplemente dejar todo botado, apagar la luz e irnos. Esa sensación de fracaso no ayuda mucho. El desánimo ataca. Comenzamos un proyecto, iniciamos una búsqueda laboral o creamos una empresa, depositando tiempo, expectativas, ilusiones y, muy seguramente, recursos financieros, con el objetivo de que ese objeto del deseo se convierta en realidad, pero no siempre esto se da a nuestro tiempo.
El problema con querer volver realidad nuestros sueños, es que eso se convierte en una tarea que puede tomar mucho más tiempo del que quisiéramos, y en el proceso, puede ser bastante común que nos desanimemos, incluso desesperemos y queramos tirar la toalla. Y no siempre, quienes nos rodean, están dispuestos a decirnos algunas cosas que si bien, podrían ser acertadas, o no, lo importante es que podrían aportarnos miradas y elementos interesantes. O, si nos lo dicen, pueden no hacerlo con “tacto”. Entonces llegan palmaditas en la espalda, o habladurías a nuestras espaldas. Así que aquí comparto una de las siete cosas contempladas en la revista ebook especializada en temas de desarrollo personal Siete L dedicada al Desánimo y que se puede descargar sin costo en el siguiente enlace Descarguelo aqui , y que es posible que su mejor amigo no le pregunte o le diga por miedo a que le quite el saludo: «Oiga: ¿esto vale la pena realmente?»
“Piénselo bien: ¿realmente vale la pena o insiste en esto para demostrar que tiene la razón?
Hay una línea muy delgada entre la terquedad y la perseverancia. Muy delgada. ¿Qué separa los dos términos? La terquedad lleva a mantenerse en algo para demostrar que se tiene la razón, no se escuchan argumentos y se hace desde una ceguera inconsciente; en tanto que la perseverancia permite buscar lo mejor, escucharse a sí mismo y a los otros, soltar lo que ata y aprender de las circunstancias. Entonces, identificar en cuál de estos dos espacios estamos, ayuda a entender si vale la pena continuar aferrado a ese propósito que nos genera desazón, desánimo y, probablemente, amargura.
¿Cómo saber si un proyecto vale la pena? Cuando tiene algunas de las siguientes características, y si tiene todas, mejor aún:
- Aporta al propósito de vida
- Brinda motivación intrínseca (aquella que depende de mí, no del exterior) – esto se sabe cuando sonreímos cada vez que estamos pensando en el proyecto ya realizado y sentimos “mariposas” en el estómago-
- Conduce hacia el cumplimiento de mi visión
- Impacta positivamente en mi vida y en la de quienes están a mi alrededor
- Es novedoso
- Es rentable
- Me ayuda a crecer como persona y/o profesional
- Me da motivos para avanzar, aunque se cierren puertas
- Lo hago porque siento que estoy llamado a hacerlo y no para demostrarle algo a otros, o cumplir exigencias de otros.
Entonces, si al colocar nuestra situación a través de esos filtros, la respuesta es “¡claro que vale la pena!”, es un buen momento para identificar cuál es el tipo de desánimo que nos está invadiendo. Algunos de ellos y maneras de abordarlos son:
Pérdida de sentido:
Cuando se percibe que una idea ha perdido el concepto original, que es un fracaso, es importante revaluar si esto es así o solo se debe ajustar en algún grado su dirección. Un ejemplo de ello es cuando en el camino comienzan a aparecer elementos que probablemente al inicio no se habían tenido en cuenta. Un día se inició con la idea de abrir un café bohemio y se terminó con un restaurante de comida japonesa porque era más rentable por la zona donde está el local, pero la idea original de un lugar donde ofrecer comida que reúna a amigos o familia, se mantiene.
Cuando suceden este tipo de cosas, se llega a entender que la inflexibilidad es nociva y que las conversaciones con lo inesperado se deben aceptar como un elemento que enriquece y no resta. ¿Qué otras opciones se abren para mí en este momento?
Miedo al fracaso:
«Sólo una cosa convierte en imposible un sueño: el miedo a fracasar» Paulo Coelho.
El miedo a fracasar es uno de los principales factores que causan la falta de motivación. Una de las medicinas para este tema es buscar pequeñas victorias. Muchas veces este miedo se presenta frente a la dificultad que implica alcanzar la meta total o cómo afectará esto la identidad pública (imagen ante los demás), por eso, esas victorias tempranas, pequeños logros que van acercando al objetivo, son ideales. Celebrar los avances debe ser una constante.
Disgusto:
Otro de los factores que genera desánimo es el dejarse invadir de rabia al punto que se quiera renunciar al objetivo. Rabia que puede ir en contra de otros, la situación o nosotros mismos. Aldous Huxley, reconocido escritor de varios libros filosóficos, decía que, si las puertas de la percepción estuvieran purificadas, el ser humano vería las cosas como realmente son. Esta reflexión lleva a considerar el aprendizaje de mantener emociones equilibradas. ¿qué produce aquel enojo? ¿qué derecho sentimos que fue vulnerado o de qué me doy cuenta que no he enfrentado como debiera? Estas y otras preguntas de ese estilo, llevan a ver las situaciones desde una perspectiva más posibilitante.
Ahora, y si en este punto nos damos cuenta que no vale la pena, ¡suéltalo!, porque no es desanimo lo que se está viviendo, es terquedad…
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