Todos los días de nuestra vida están llenos de elecciones. Elegimos desde lo cotidiano como a qué hora  despertarnos, qué ropa colocarnos, qué desayunar, qué camino tomar al lugar donde debemos ir, hasta asuntos más trascendentales como qué hacer con nuestra vida, en dónde trabajar o con quién compartiremos nuestro camino. De hecho, quien no elige está permitiendo que otros o las circunstancias decidan por él.

Sin embargo, no siempre somos conscientes de todas las implicaciones de este proceso, y  una de ellas es que toda elección lleva implícita una renuncia. ¿Cómo es esto? Retomemos la cotidianidad. Cuando elijo despertarme a las 6 am porque tomé la decisión de salir a correr o programé una reunión más temprano, decidí renunciar a dormir una hora más y levantarme a las 7: 00 a.m. No puedo mantenerme en los dos horarios. Simple ¿no?

Esto tiene connotaciones aún mayores si lo llevamos a  diferentes planos. En el emocional, por ejemplo, cuando a pesar de estar comprometido con alguien decido tener una aventura, estoy eligiendo traicionar la confianza de quién está conmigo y renunciando a una vida en honestidad y compromiso. Podría haber elegido tener voluntad y mantenerme firme en mi compromiso y renunciar a mi curiosidad y mi deseo.

A nivel empresarial esto es claro. Cuando una organización  adopta en su estrategia concentrarse en un segmento o nicho de mercado, inevitablemente está renunciando a buscar clientes en otro. En términos de marketing, esto le favorece pues enfoca sus esfuerzos en aquellos para quienes realmente considera que sus productos o servicios suplen sus necesidades, lo cual puede maximizar su presupuesto y sus acciones.

¿Cómo elegir?

Lo primer es tener claro lo que queremos en realidad y saber hacia donde nos dirigimos para así elegir conscientemente y no dejar al azar, las circunstancias o en quienes nos rodean el poder sobre nuestra propia vida. Todos tenemos el poder de la elección consciente.

¿Qué significa eso? Bueno, ¿te has dicho alguna vez que no tienes opciones, que no tienes elección o que no hay manera para salir de una situación de infelicidad? En el momento en que tú crees que eso es verdad, te has aprisionado a ti mismo quitándote tu poder de elección. En cualquier situación siempre hay opciones frente a una situación: 1) cambiarla 2) dejarla como está o 3) aceptarla. Sólo tú puedes hacer la elección.

Una vez realizada, es fundamental que esté presente la constancia y coherencia en todas las acciones que emprendas. Elegiste casarte o formar pareja, pero cada viernes sigues de farra con tus amigos, flirteando con  otras personas o buscando aventuras por internet. ¿Para qué  tomaste la decisión de comprometerte con una persona?

Eliges ser feliz, pero cada día observas  problemas en donde hay oportunidades, no disfrutas las cosas que la vida te da y decides, eliges, centrar tu atención en los inconvenientes, renunciando así a abrirle la puerta a lo que te hace bien.

Siempre es un buen momento para revisar nuestras decisiones en todo ámbito. Haz una lista de tus mayores elecciones de  vida – pareja, trabajo, enfoque de tu organización, estudio -, y en frente de cada una de ellas haz dos columnas. En una de ellas  escribe que acciones has realizado en concordancia con dicha elección y  qué renuncias han implicado. Y en la segunda escribe los resultados que has obtenido.

Observa la lista y pregúntate como te sientes con lo que ves. En donde has y no has actuado con coherencia ¿qué resultados has obtenido? ¿En qué áreas estás obteniendo los resultados que esperabas? ¿Quieres mantener las elecciones que has realizado? ¿Qué cambiarias? ¿A qué no estás dispuesto a seguir renunciando?

Este mismo ejercicio aplica a nivel organizacional. ¿Cómo sería poner bajo esta lupa el plan de mercadeo, las políticas de recursos humanos, decisiones en materia de relaciones con los grupos de interés?

 


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