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¿Cuántas veces sentimos que los caminos se nos cierran y no aparecen soluciones cercanas?
Cuenta una parábola china que un anciano llamado Chunglang tenía una pequeña propiedad en la montaña. Sucedió cierto día que se le escapó uno de sus caballos y los vecinos se acercaron a manifestarle su condolencia.
Sin embargo, el anciano replicó:
-¡Quién sabe si eso ha sido una desgracia!
Y he aquí que varios días después el caballo regresó y traía consigo toda una manada de caballos cimarrones. De nuevo, se presentaron los vecinos y lo felicitaron por su buena suerte.
Pero el viejo de la montaña les dijo:
-¡Quién sabe si eso ha sido un suceso afortunado!
Como tenían tantos caballos, el hijo del anciano se aficionó a montarlos, pero un día se cayó y se rompió una pierna. Otra vez los vecinos fueron a darle el pésame, y nuevamente les replicó el viejo:
-¡Quién sabe si eso ha sido una desgracia!
Al año siguiente se presentaron en la montaña los comisionados de «los Varas Largas». Reclutaban jóvenes fuertes para mensajeros del emperador y para llevar su litera. Al hijo del anciano, que todavía estaba impedido de la pierna, no se lo llevaron.
Chunglang sonreía
—
No sé si exista el destino. Recién hablaba con un amigo sobre el tema y coincidíamos en que sería muy simplista decir que ya nuestro camino está marcado y que no importa lo que hagamos nuestro rumbo está trazado. Y sería simplista porque el ser humano vendría ocupando el papel de marioneta en una obra, cuyo guion ya alguien conoce el final. Sin embargo, hay algo que trasciende esta mirada y tiene que ver con nuestra relación con las cosas que nos suceden. ¿Cuáles son nuestras conversaciones cuando se nos cierra una puerta, es decir una oportunidad?
Hasta la más exitosa de las personas, al cerrar la puerta a sus espaldas y en la soledad de su propia compañía, ha sentido en algún momento que tiene más preguntas que respuestas y que debe hacer un alto no solo para hallarlas, sino para entender el por qué, o mejor, el para qué de aquello que está viviendo. Y, claro, sería ideal que en esa búsqueda de respuestas primero se detuviera a revisar el tipo de preguntas que se está haciendo. Lo he dicho en otras ocasiones: si de chicos nos hubieran enseñado a relacionarnos de forma diferente con las preguntas no tendríamos de adultos muchos de los conflictos que se generan por la incapacidad de indagar y escuchar. Eso lo percibo en la mayoría de mis procesos de coaching, en donde sale a flote la urgente necesidad de incluir la indagación como competencia personal y profesional.
De vuelta a la puerta que se cerró en frente de nuestras narices, es aquí cuando ponemos a prueba nuestra fe primero en nosotros mismos, qué tanto conocemos nuestros recursos internos (fortalezas, habilidades, convicciones, creencias, valores), qué tan seguros estamos de nuestro propósito personal, hacia dónde queremos encaminar nuestra vida y, como el anciano chino quién a pesar de las adversidades nunca dudó del propósito mayor de cada cosa que le ocurría, cómo nos relacionamos con nuestra capacidad de ajustarnos a los cambios intempestivos a nuestro alrededor con la convicción de que en todo lo que sucede hay un aprendizaje para nosotros.
Ese es el meollo del asunto: cada persona que se cruza en nuestro camino, cada puerta que se cierra, cada puerta que se abre, cada mala o buena experiencia, todo tiene un significado que va más allá de ese momento en el tiempo, y si aprendiéramos a entrenar nuestro radar y estar atentos a lo que en verdad significan, de seguro dejaríamos de darle trascendencia a situaciones que solo son un eslabón para algo mayor y las viviríamos dándoles el justo valor.
El futuro es solo la consecuencia de nuestras acciones de hoy y ellas han sido el resultado de nuestros pensamientos de ayer. ¿Qué pensamientos tendrías que cambiar hoy para lograr un cambio mañana? ¿Qué podrías hacer diferente?
Si una puerta se cierra y tocas otra y se vuelve a cerrar y la tercera también y hasta la cuarta, ¿podría convenirte dirigir tu mirada hacia las ventanas? ¿A qué me refiero con las ventanas? A las posibilidades que antes no habíamos contemplado, a salirnos de zonas de confort, a querer resultados diferentes haciendo siempre lo mismo. Con esa perspectiva toma un aire, mira a través y más allá de ellas y de seguro te podrás dar cuenta que hay nuevas puertas esperándote pero en un lugar diferente al que vienes buscando.
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