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Cuando Claudia* llegó a su primer día de trabajo, sentía alegría y entusiasmo. Era la empresa en la que quería estar e iba a hacer lo que sabía. Esperaba ansiosa empezar a conocer los detalles de su labor. Para iniciar, su primera reunión era con quien sería su jefe inmediato. Ya lo conocía, él le hizo una de las entrevistas en el proceso de selección y había sentido muy buena energía. El momento llegó. Pocos minutos antes del medio día tuvo la reunión que esperaba… aunque no precisamente como se la había imaginado.

­―Bienvenida Claudia, me alegra que ahora formes parte de nuestro equipo, así que voy a contarte rápidamente lo que necesitas saber para iniciar.

Esas fueron las palabras que, con una sonrisa en el rostro, le dijo su nuevo jefe. Y sin hacer pausas empezó a mencionar la lista de labores que le correspondían “es importante que… ten en cuenta que… apúntate todos los días chequear… mucho cuidado con…» son algunas de las frases que recuerda más se repitieron.

―Eso es todo por el momento ¿Está todo claro? ¿Viste que todo es muy sencillo? ―le dijo, siempre con la sonrisa en el rostro, pero continuó hablando sin permitirle responder―, igual cualquier duda la vamos resolviendo por el camino, habla con María para que te presente a tus compañeros y conozcas más de la empresa, porque tengo que salir urgente a un almuerzo con un cliente. Y nuevamente ¡Bienvenida!

Esta ultima frase fue acompañada de otra sonrisa y las manos abiertas, una de ellas indicándole la puerta.

Claudia no entendía la incoherencia, de una parte muy amable pero de otra sintió que la reunión no era importante para su jefe «debe ser que las cosas son así en esta empresa«, se dijo. “Pero bueno, ―pensó―, ya iremos viendo por el camino”. Y por el camino resultó que su desempeño no fue el esperado, pues su curva de aprendizaje obviamente tomó más tiempo del calculado, entre otras razones porque con el tiempo Claudia aprendió a decirse a sí misma y a otros “no hay problema, cualquier cosa la vamos resolviendo por el camino”.

¿Qué le pasó a ese jefe de actitud «tan positiva» a la hora de generar esos primeros aprendizajes que se requieren en un nuevo colaborador, etapa conocida como inducción? Inducción que no solo deber incluir el conocimiento crítico -estratégico- del rol, pautas, procedimientos específicos, etc, sino también el lograr que el nuevo integrante comprenda y se alinee con los valores, normas y convicciones que se postulan en la organización.

Entonces, ¿Qué fue lo que transmitió inconscientemente a esa nueva colaboradora?

Y aquí es donde retomó la frase que coloqué en el título “No enseñamos lo que sabemos, enseñamos lo que somos”, porque en ese momento de inducción ya sea por inicio de labores a la empresa o por la inclusión de un nuevo procedimiento, ese jefe, coordinador, líder u otro miembro del equipo se convierte en un formador, y no solo va a transferir conocimiento, sino que pone allí todo su sello: sus creencias frente a los procesos mismos, su impaciencia o paciencia, su satisfacción o no con la empresa, sus enojos, alegrías, sus prioridades.

Y si hay tres cosas que son altamente contagiosas en una empresa, colegio, campus educativo o en la vida misma son: las creencias, emociones y el tipo de conversaciones.

Y sucede que quién ejerce eventual o permanente como formador interno muchas veces se ha preparado en su conocimiento técnico, tiene gran experiencia (por algo es elegido), pero no en competencias de formación, y la primera de ellas es el auto-conocimiento que implica, entre otros aspectos, identificar sus creencias, estilo de aprendizaje, o habilidades de relacionamiento y comunicación para la formación. Y quienes eligieron la docencia como su profesión si que lo saben.

Y esto, señores, no es sino un espejo de lo que vivimos desde niños. Lo decía en el anterior articulo Los 5 hábitos de los formadores altamente exitosos : los formadores que dejaron huella en nosotros no fueron los que más conocimiento tenían, sino los que más conexion tuvieron con nuestro espíritu y no nos vieron como «un alumno más». Comencemos a trabajar por una mayor conciencia de quiénes estamos siendo a la hora de transmitir conocimientos en cualquier nivel: a niños,  jóvenes o adultos. Entrenémonos en ello todos los días.

«Que la enseñanza -formación a cualquier nivel- tenga además el objetivo de hacerle la vida más agradable a los demás”

*Este es un testimonio real, el nombre de la persona fue cambiado y se omite también cualquier información de la empresa.


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