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Hablemos de cosas prácticas. Siempre que se habla de emociones se piensa que es para sensibileros o que son consecuencia de nuestras acciones o del contexto en el que estamos o de lo que está sucediendo. Bajo esa interpretación no se entendería el que se diga que la inteligencia emocional es útil en tiempos de bonanza e imprescindible en tiempos de crisis.

Lo cierto es que a cada momento de nuestra vida y por ende todo lo que hagamos está bajo la sombrilla de una emoción. Bien lo decía el padre de la IE, Daniel Goleman: El éxito de las personas en las organizaciones, no depende sólo de sus habilidades o de su inteligencia medida como coeficiente intelectual (IQ), sino del manejo de las emociones y de las relaciones interpersonales, que conforman el coeficiente emocional (EQ).

De hecho, el desarrollo de la inteligencia emocional explicaría porque muchas veces personas muy inteligentes fracasan, en tanto otras progresan.
¿Cómo saber en qué grado está nuestro coeficiente emocional? Más allá de los test de diagnóstico que incluso se pueden encontrar por internet, hay un termómetro que no va a mentir: los resultados en las diferentes áreas de nuestra vida.

¿Puede ser que siempre tengas una reacción determinada que no deseas o no te explicas frente al mismo tipo de estímulo o situación y quieres cambiar esa reacción? Cuando te sientes enojado o resentido, ¿qué posibilidades se han cerrado con alguien o frente a alguna situación por “explotar” instintivamente?

¿Y si te dijera que aproximadamente solo el 10% de nuestras perturbaciones emocionales actuales se relacionan con la experiencia presente? ¿Qué pasa con el 90% restante? Están en nuestra memoria emocional. Aquellas cosas que marcaron nuestra niñez, nuestra vida y la forma como respondimos ante ellas, salen a flote de forma inconsciente.

Por eso, el primer paso para avanzar hacia un mejor manejo de nuestras emociones es conocerlas. Si no somos conscientes de nuestras emociones ¿cómo expresarlas? ¿Qué relación hemos tenido a lo largo de nuestra vida con las emociones? ¿Las bloqueamos antes de siquiera conocerlas? ¿Qué sensaciones físicas las acompañan?

Hilemos más delgado ¿Qué te pasa cuando las cosas no salen cómo quieres? ¿Cómo están impactando tus estados de ánimo tus negocios o tus relaciones personales? El conocimiento de lo que nos pasa nos debe permitir intervenir para lograr mejores resultados. ¿Puedes controlar tus emociones o ellas te controlan? ¿Decides cómo expresarte o te dejas llevar?

¿Qué podría ocurrir diferente si la situación por la que actualmente atraviesas la observas desde la paz y no desde la resignación o el enojo?¿Qué posibilidades podrían abrirse?

Y si involucra a otra persona o a miembros de tu equipo de trabajo, podrías responder ¿Qué quiere o espera? ¿De qué forma puedes satisfacer sus expectativas? ¿Cómo te sentirías estando en su lugar?

Finalmente, ¿cuántas veces te has propuesto salir de una situación que no te genera resultados positivos y te has quedado a la mitad del camino? Esto también está regulado por un factor de la Inteligencia Emocional y tiene que ver con la motivación, con los motores que están impulsando tu vida. ¿Son los adecuados?¿Están claros?¿Cómo te aseguras de colocar el máximo esfuerzo en eso que te has planteado una y otra vez? Y si se trata de un objetivo de equipo ¿Están claros para todos?

Así que como dijo el propio Goleman: “dominar el mundo emocional es especialmente difícil porque estas habilidades deben ejercitarse en aquellos momentos en que las personas se encuentran en peores condiciones para asimilar información y aprender hábitos de respuesta nuevos, es decir, cuando tienen problemas.” … Ojalá no esperáramos siempre que esto ocurra para ocuparnos del asunto.

 

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Nace de la serie de artículos publicados en este blog y se enriquece con herramientas de coaching, Programación Neurolingüistica e Inteligencia emocional.

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Soy coach (acreditada internacionalmente como Master Coach Ontológica Profesional con más de 3000 horas de coaching ejecutivo y equipo en Colombia y Argentina), mentora y editora para escribir no-ficción (libros, blog, artículos) tanto en proyectos personales, profesionales como corporativos. Desarrollo competencias de comunicación oral y escrita en líderes y equipos a partir de técnicas de coaching, mentoria y narrativa. Escribo libros y biografias empresariales. Como coach y formadora empresarial, me enfoco en programas de entrenamiento empresarial, formador de formadores, desarrollo de competencias blandas, especialmente comunicación y liderazgo.

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Me encantan, estos avances. Me encantan.

The interpreter (para nosotros, La intérprete, y como cosa rara, el título en español significa lo mismo que en el idioma original) es un filme dirigido por el estadounidense Sydney Pollack, estrenado en cines en dos mil cinco. El guión condujo a Pollack a grabar en las propias instalaciones de la ONU (localizadas en territorio internacional dentro de Nueva York), una historia con tintes políticos que recuerdan la situación más o menos reciente del actual presidente de Zimbabwe.

Estaba viendo hace unas horas cierta película francesa realizada exclusivamente para televisión hace unos años, no muy conocida por cierto, y me asaltó una duda que tenía desde hace un tiempo y que se avivó luego de ver La intérprete. La duda es la siguiente:

Lo más seguro es que todos conozcamos el aviso que aparece, usualmente escondido al final de los créditos de algunas películas, que dice lo siguiente, palabras más, palabras menos: "Los hechos relatados en esta película son puramente ficticios y no deben relacionarse con eventos pasados, actuales o futuros. (...) Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia."
Yo me pregunto: luego de ver una película que parece un documental acerca de una situación actual, ya sea ésta una realidad o no, ¿qué sentido tiene recurrir a este mensaje, si de cualquier manera los espectadores van a hacer la relación?

Es claro, hay que decir, que no todo el mundo tiene por qué captar estos parecidos. Pero los que sí los captan, lo comunican a los demás, y al final la película pasa a verse como lo que realmente es: una crítica por parte del realizador hacia una situación en particular. Punto. No importa qué tan imparcial se pretenda ser, haciendo uso del mencionado avisito.

En fin, no entiendo esta actitud, si de verdad algunos pretenden protegerse bajo dicho mensaje. Quisiera creer que lo colocan no porque no pretendan dar la cara luego de dar la opinión, sino porque es una especie de requisito, un asunto legal de obligatoria aparición al final de todos los créditos de todas las películas de todos los géneros. Aunque al final, sólo quien tuvo la idea de escribir la historia como quedó escrita es quien sabe qué opinión tiene.

Él y sólo él.

-

Sobre la película, hay un dato lingüístico interesante; se creó un lenguaje nuevo (lo llamaron "Ku"), con sus propias palabras, conjugaciones, reglas... es decir, un lenguaje aparte, sostenible por sí solo, basado en lenguajes existentes en el sur de África, pero que "aunque sería reconocido por habitantes de la zona (...), los confundiría", debido a su estructura gramatical, leo por aquí. En todas partes encuentro que el creador de este lenguaje es Said el-Gheithy, director del Centre for African Language Learning en Londres. En general, no encuentro muchas críticas positivas para la película, pero a mí me gustó.

Me encanta leer la columna Contravía, escrita por Eduardo Escobar. Y la de hoy termina con una reflexión que encuentro parecida a cierto diálogo de La intérprete. Aquí va el diálogo, para terminar y dejar de ocupar su tiempo, estimado lector. Lo traduzco burdamente, pero espero que se mantenga la idea.

Silvia Broome: (...) Siempre que alguien pierde a un ser querido, quiere vengarse de alguien más, o de Dios, a falta de alguien. Pero en África, en Matobo, los Ku creen que la única manera de poner fin al dolor es salvando una vida. Si alguien es asesinado, luego de un año de duelo se realiza un ritual llamado "la fiesta del ahogado". Se hace una fiesta durante toda la noche, junto al río. Al amanecer, el asesino es montado en un bote. Se lleva al agua y se le tira allí, amarrado, para que no pueda nadar. Entonces la familia doliente debe tomar una decisión; pueden dejar que se ahogue, o pueden lanzarse a salvarlo. Los Ku creen que si la familia deja que el asesino se ahogue, se hará justicia, pero pasarán el resto de sus vidas de duelo. Pero si lo salvan, entonces admitirán que la vida no siempre es es justa, y a cambio ese acto los liberará del dolor.


dancastell89@gmail.com

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