Kike es uno de los lectores de este Blog. Él muy amablemente
se ha ofrecido a hablarnos de su experiencia, dolor, y recuperación; esperamos
que esta historia pueda orientar a algunos adictos o padres de adictos que
estén hasta ahora comenzando a recorrer este camino.

A pesar de no haber trabajado mi coaching con él, en unas
pocas horas de entrevista que tuvimos, Kike me permitió ver su alma; el alma de
un cartagenero vivaz, amante de la música, el fútbol y la política; un ser
humano asombroso, sensible, apasionado y guerrero al mismo tiempo. Dejaremos
que sea él quien hable:

Los
recuerdos de mi consumo son bastante difusos. Comencé a los quince por
curiosidad, primero una vez, luego otra, luego lo hacía semanalmente, luego a
diario, y ahí me quedé; terminé un mes antes de cumplir los dieciocho. A pesar
de ser solamente dos años, fue una carrera vertiginosa hacia la
autoaniquilación.

No
te puedo dar muchas imágenes de lo que hacía cuando fumaba o con quiénes lo
hacía… Lo que más recuerdo al final es soledad… y malestar acerca de mi
realidad. Sabía que lo que hacía no estaba bien. En Cartagena todo se sabe;
como dice el dicho: «Pueblo pequeño, infierno grande». Mi problemática estaba
en la boca de todo el mundo. Poco a poco fui sintiendo el estigma y el rechazo
social. La relación con mi familia era pésima; no tenía amigos ni novia; yo
medía 1.76 como mido ahora, pero pesaba 55 Kg. No sé cómo me gradué porque cuando paré
estaba en once… logré terminar el año.

Es
probable que la soledad del final haya sido lo que me llevó a parar, pues estar
solo me dolía mucho… Me conectaba con el dolor de la niñez… Yo sufrí mucho
bulling o matoneo en el colegio. No era el matón. Era el que recibía el
maltrato. Era el hazmerreír del curso… No me gustaba ser el hazmerreír ni hacía
payasadas, pero no podía lograr que me tomaran en serio. No tuve la infancia de
mucha gente… no tenía muchos amigos… no me invitaban a las fiestas. Cuando
sucedía era por que yo lo buscaba… y sentía que me toleraban a regañadientes.

Al
principio consumía con amigos. Yo era un ‘pelaíto’… Todos eran mayores que yo;
con ellos aprendí muchas cosas de la calle… Al final, ni siquiera los que
consumían conmigo querían estar conmigo… Tenía problemas con mi familia en la
casa, y el estigma social.

Recuerdo
mucho el día en que decidí parar. Ese día en lo primero que pensé no fue en
parar, sino en suicidarme. Guindé una cuerda, pero no tuve el valor de
ahorcarme. Entonces salí a fumarme el último bareto para que me diera la
fuerza. En medio de mi última traba pasé por la iglesia a reclamarle a Dios,
pero el Evangelio de ese día me preguntó por qué miraba la astilla en el ojo
ajeno y no la viga en el propio. Mis padres no sabían nada de mi problemática,
así que pedí una cita al psiquiatra… ¡Le conté todo! Eso ocurrió el 19 de
octubre de 2001… No se me olvida porque ese día volví a nacer.

Al
llegar a casa puse la fórmula médica en la mesa del comedor. Cuando mis padres
la vieron, me preguntaron por qué tenía una fórmula  con un diagnóstico que hablaba de abuso de
sustancias… y les conté acerca de mi problemática.

Luego
comencé a ir a Narcóticos Anónimos (NA). Así fueron los primeros días de mi
proceso de recuperación, que es de lo que quiero hablar. No quiero enfrascarme
en el consumo ni en las cagadas, sino en el camino de recuperación que también
ha sido agreste y escarpado, pero indudablemente mejor que la miseria del
consumo.

Los
primeros cuatro meses de recuperación fueron los más difíciles. No tenía ni un
amigo. Recuerdo que recibí un gran apoyo de una amiga que vivía cerca al grupo
de NA. Yo llegaba después de reunión a su casa y lloraba hasta las doce de la
noche. Hace poco le agradecí por todo lo que hizo por mí en esa época y ella me
dijo: «¡Ni creas que te iba a dejar solo!»

Otra
persona… la que más ha chupado crisis mías, fue una gran amiga durante el
último año de mi consumo. Luego siguió siendo un gran apoyo durante los tres
primeros años de abstención. Ella me gustaba, pero no se lo dije, hasta que nos
encontramos aquí en Bogotá. Terminamos cuadrados y tuvimos una relación que
duró cuatro años. No sé qué habría sido de mí sin su apoyo.

Son
muchos los regalos que he recibido en estos diez años largos. He descubierto
muchas cosas de mí. La relación conmigo mismo y con los demás ha mejorado
dramáticamente. Me he dado cuenta de que en su momento, la marihuana me salvó.
El problema de matoneo de toda la vida, paró en décimo y once, que fue la época
en que consumía. La marihuana me quitó el miedo. Aprendí a defenderme… Cuando
alguien trataba de meterse conmigo, lo reventaba.

Me
juré que nunca más, nadie iba a abusar de mí. Eso lo he mantenido hasta ahora,
pero de una forma algo más civilizada. Al principio actuaba sin pensar en las
consecuencias: Una vez un motociclista le iba a pegar a mi mamá con el casco.
Yo cogí la cruceta, me bajé del carro, se la puse en la cara al man, luego me
subí al carro, lo prendí y me fui como si nada. Claro que esa frialdadad que
usaba para ser violento, ahora la uso para analizar situaciones y tomar decisiones.

Ahora
soy más tolerante; no juzgo ni condeno, porque la he embarrado y he sido
perdonado. Yo creo que el mayor regalo que he recibido dentro de todo este
proceso ha sido el desarrollo de la capacidad de encausar positivamente todo lo
que antes me hacía daño, hacia un bienestar propio. Ahora admito las cosas, las
amortiguo y trato de convertirlas, no en un obstáculo, sino en una ayuda:
Cuando estoy hiperactivo, me pongo a leer; me encanta averiguar cosas en
Wikipedia. Se me ocurre investigar y leer sobre cosas que no se le ocurren a la
mayoría de la gente. Gracias a eso siempre tengo un tema para hablar. Hace poco
escuché en la W sobre
unos cursos gratuitos de la
Universidad de Stanford sobre teoría de juegos. Me inscribí y
aunque no he comenzado, ya he visto algunas charlas de preámbulo. Estoy
aprendiendo mucho. Siento que esos conocimientos me abren la mente.

Me
gusta escuchar. Soy muy apasionado con lo que hago. Una amiga me decía que si
mi pasión fuera la plata, sería millonario. Me encanta la política. Soy
apasionado por el fútbol. El otro día me decían: «¡Cómo puedes levantarte a las
6.00 am a ver un partido del real Madrid!». Lo mismo me sucede con la música;
desde que me levanto, hasta que me voy a dormir, tengo música.

También
soy incondicional con mis amigos… y siento que ellos lo son conmigo. Ellos me
piden ayuda para resolver problemas. Saben que daría la vida por ellos. Mis
amigos también son muy especiales conmigo. Puedo llamar a Carolina, a César o a
Juan Carlos a las 2:00 a.m. y ellos me escuchan. Los amigos son lo más
importante en la vida. Mis hermanos nunca se ven. Cada quien cogió su camino.
Los que siempre están conmigo son mis amigos. Por eso le digo a la gente:
«Valora a tus amigos. Son parte de tu vida».

Claro
que estoy agradecido también con muchas personas, especialmente con quienes no
creyeron en mí, pues su incredulidad me ha ayudado a descubrir que no los
necesitaba para salir adelante. Gracias a ellos y a este proceso, he
descubierto que Dios nunca me echa al fondo del mar para ahogarme, sino para
enseñarme a nadar.

Este
proceso me ha ayudado a tomar conciencia de mí mismo y de mi interior. Porque a
los tres años de recuperación me di cuenta de que mi problema no era la
marihuana, el consumo de marihuana era apenas un síntoma de un problema
afectivo, psicológico y orgánico mucho más profundo. Los sentimientos que me
gobernaban permanentemente eran ansiedad y estrés.

Mi
vida no se volvió un cuento de hadas por el simple hecho de haber dejado de
consumirla. Hoy odio la marihuana. Siento el olor y me dan náuseas; me he
vomitado. Siento un Gremlin lleno de vómito que sale por mi boca. Pero tengo
que estar pendiente de mi interior. Mi prioridad No. 1 es conocerme porque si
yo fallo, todo lo demás falla.

Hoy
soy lo que soy gracias a esa etapa que viví. Esa ha sido la base para tomar
muchas decisiones correctas. Mi familia ve eso. Eso es otro gran regalo. Mi
hermana mayor me tenía prohibido entrar en su casa si ella no estaba. Ahora
dice que si hay un verdadero ejemplo de superación en la vida, ese soy yo. Dice
que le encanta escuchar a Enrique. ‘Es que’ cuando uno ha tenido a la muerte al
lado, se da cuenta de que se amarga la vida por pendejadas. Ahora no sé si me
he vuelto demasiado aterrizado, o si me enloquecí y los demás son cuerdos, pero
hace poco me pasó cuando fui a Cartagena, que mi novia me decía que saliéramos
y yo le decía que saliera ella, que yo quería quedarme con mis papás.

Para
mí es más importante decirles a mis padres que los quiero, que entregar un
trabajo importante de la universidad. Quiero aprovechar cada minuto con mis
seres queridos; vivir y valorar lo que la vida me ha dado. Disfrutar la
relación con mi familia que ha mejorado después de ser terriblemente
disfuncional: La brecha generacional entre mis padres y yo es bastante grande.
Mi mamá era sobreprotectora; pensaba que yo no sobreviviría sin ella; siempre
estaba ahí para solucionar todos mis
problemas. Pero ya no. Se ha mejorado mucho la comunicación. Ella ahora
entiende mi problema y me apoya de una forma sana. Eso ha sido muy bueno porque
nos ha permitido acercarnos.

Mi
papá, es un hombre humilde y sensato. Es el hombre más sensato que he conocido.
Lo admiro mucho. El primer tatuaje que me hice, fue en honor a él. Claro que él
es de la escuela vieja. Él cree que la depresión es mierda. Que uno tiene que
salir adelante solo, a punta de fuerza de voluntad y carácter. Pero con él
también han mejorado mucho las cosas.

Recuerdo
que cuando yo consumía, todo era un problema. Mis papás me regañaban por todo;
todo era malo. Mi mamá me metía los tres palazos y después preguntaba qué había
pasado. Yo creo que quería llamar su atención. No quería que me solucionaran
los problemas, sino que me preguntaran qué me pasaba, por qué hacía lo que
hacía… No sé si habría podido responder, pero me habría gustado. Creo que eso
es lo que nos ha acercado ahora.

También
ha mejorado la comunicación con mi hermana de papá y mamá. Ella es año y medio
mayor que yo y toda la vida ha tenido un rencor tremendo hacia mí. Yo estaba
muy resentido con ella por eso, pero ahora creo que el resentimiento es un
veneno que uno se toma esperando que el otro se muera. Me cansé de envenenarme
y de estar obsesionado con ella a pesar de la distancia. Me cansé de esperar
que ella cambiara. El que tenía que cambiar era yo. Siento que mi corazón ha
sanado y aunque la relación no ha sanado completamente, por lo menos no hay
resentimientos de mi parte.

¡Quiero
aclarar que no todos los recuerdos de mi infancia o con mi familia son de
infelicidad! Hay una foto a los cuatro años en un cumple de mi hermana… yo con
la cabeza así y ella así contra la mía. Me encanta esa foto porque parecemos
fotocopia uno del otro. La foto me recuerda el instante en que me la tomaron;
un momento en el que fui muy feliz.

Algo
más, he podido ayudar a otras personas. Tuve la oportunidad de ayudar a alguien
cercano adicto al juego. También a una amiga que se fumaba hasta el cilantro;
hace dos meses salió de un centro de rehabilitación. Si mi testimonio sirve
para concientizar o motivar a alguien, así sea a una sola persona, el dolor que
he padecido tendrá un sentido. Eso sí, cuando estoy ayudando a alguien le digo:
«Si no te lo has tomado o metido, ¡llámame! Si ya te lo tomaste o metiste,
¡mejor llama al conjunto vallenato!».

Ahora
soy abierto con mis sentimientos. Tengo la buena fama de que soy muy expresivo.
Abrazo a mis amigos. Con las novias me entrego en alma vida y sombrero. Creo
que una de las estrategias que me han ayudado a mantenerme alejado de la
dependencia es seguir siendo expresivo… tanto en lo positivo, como en lo
negativo. Ahora no peleo, pero cuando algo no me gusta, lo digo.

Creo
que el maltrato sufrido me marcó. No tolero la injusticia. Cuando voy en
Transmilenio, se sube una persona de la tercera edad y nadie le cede el puesto,
yo mismo digo: «¡Señor! ¿Le puede ceder el puesto a la señora que se acaba de
subir?». Cuando lo hago, estoy dispuesto a llegar hasta las últimas
consecuencias. Regaño hasta a los policías. Una vez le dije a un policía:
«¡Usted es la autoridad! ¿Por qué no lo hace?» El policía me dijo que no podía
hacer eso y yo entonces le pedí a un señor que le cediera el puesto a una
señora embarazada. Cuando lo hizo, le dije al policía: «¿Ve que sí se puede?».


que todavía me falta mucho camino por recorrer, que lo que hoy creo que es la
verdad revelada, mañana puede cambiar. Que lo que hoy me gusta, mañana podrá
dejar de gustarme, que llego tarde a las citas; que tengo atención dispersa;
que a veces me obsesiono con el computador, con Twitter o con Facebook; que a
veces me duele cuando postergo y pierdo la oportunidad de sacar una buena nota
o ver a una persona a veces me duele el retraso en mis estudios o simplemente
mi situación y mi vida. Hoy mi meta principal es terminar mi carrera; ya me
falta poco; eso ha sido una parte de mi terapia de recuperación.

Estoy
seguro de que si sigo trabajando en mí, seguiré progresando, no hacia ser un
hombre perfecto y soberbio, sino un mejor hombre, feliz y útil a la sociedad.

Esta
es la realidad de lo que me ha pasado. Sé que no soy perfecto. Soy un ser
humano. Pero soy un ser humano con esperanzas. Antes no las tenía. Si yo estoy
saliendo adelante, cualquiera puede hacerlo.

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