«Estoy otra vez en crisis y no sé qué más hacer», me dijo
Zonia. Luego agregó:

Ayer mi jefe me trató mal delante de todos en la oficina y no fui capaz
de decirle que me respetara. Luego una compañera que disfruta haciendo mofa de
mi figura y mi peso, se acercó a pedirme que le ayudara a revisar un informe
que tenía que entregar a las 5:00 pm y como de costumbre no le dije de frente
que la odiaba y que no le iba a hacer ningún favor, sino recurrí a mi venganza
pasiva: Le dije que sí la iba a ayudar y a las 5:00 pm le dije que no había
alcanzado.

Luego entré a Facebook, me enteré de que un ex novio que nunca me
valoró está comprometido con su nueva pareja. Se veían felices en la foto y yo
pensé «¿Por qué él, que supuestamente era el malo de la relación está tan bien
y yo tan mal? Qué es lo que sigo haciendo mal. ¿Será que no me merezco nada
bueno en la vida? ¿Será cierto que siempre he sido y siempre seré una decepción
para mí misma y para los demás? ¿Será que unos tienen derecho a todo lo lindo
de la vida y otros pertenecemos al «baile de los que sobran»?

De camino a casa me compré una caja de chocolates y me comí un
bizcocho. ¡Los necesitaba! Pero cuando llegué comiendo chocolates me recibió mi
mamá con su cantaleta acostumbrada: «Claaaaro. Por eso está tan gorda. ¿Cómo va
a bajar de peso si se la pasa comiendo en la calle. Además salió sin tender la
cama. ¿Qué cree? ¿Qué soy su sirvienta? ¡Míreme cuando le hablo! ¡Meta la
barriga! ¡Párese derecha! ¡Cierre la boca!». Entonces le conté que estaba
deprimida por el compromiso de Javier y ella me contestó: «Pero… ¿Cómo cree que
va a conseguir novio con ese sobrepeso? Y además deprimida… ¿Cuándo se ha visto
que un muchacho le pida a Dios que le mande una novia gorda y amargada? Además
se la pasa encerrada en la casa. Así nunca va a conocer a nadie… ¡Y ni siquiera
ayuda con las tareas de la casa!».

Me encerré en mi cuarto dando un portazo y sintiéndome nuevamente la
peor porquería que habita sobre el planeta. Otra vez quería morirme. Oré
pidiéndole a Dios disculpas por ser tan fea, débil y perezosa. Por ser tan
defectuosa. Lloré hasta que me quedé dormida.

Hoy me siento mejor, pero me duele mucho la conciencia que tengo de mi
enfermedad. Tengo fuertemente arraigadas las creencias de que soy una decepción
para los demás, estoy llena de defectos, no me merezco ni siquiera que me
respeten o me valoren.

Antes no era consciente de nada y vivía muy mal. Ahora soy consciente
de todo lo que hago mal, pero lo sigo haciendo mal y me duele no solo mi vida
miserable, sino ser consciente de que yo misma sigo pensando mal, sintiéndome
mal acerca de mí misma, e incapaz de cambiar mi forma de actuar y de sentir. Me
da la impresión de que vivo peor.

Lo único que atiné a decirle fue: «Creo que estás lista para
los pasos seis y siete».

Ella me contestó: «Los estoy trabajando… y no funcionan.
Mientras más me esmero, más me fijo en lo que estoy haciendo, pensando y
sintiendo, y me siento peor por no ser capaz de cambiarlo»

«Entonces» Le contesté, «tranquilízate y confía en el
proceso porque así no lo creas, los pasos están actuando en ti»

El sexto paso de Alcohólicos Anónimos nos dice: «Estuvimos
enteramente dispuestos a que Dios nos liberase de todos estos defectos de
carácter
«.

Los pasos seis y siete son los pasos que comienzan
verdaderamente a sanarnos. Son los que comienzan a cambiar nuestros
pensamientos, sentimientos y acciones enfermos, por pensamientos, sentimientos
y acciones saludables.

Muchas personas que he conocido en recuperación, no han
llegado a estos pasos. Han llegado a los pasos cuatro y cinco, y ahí se han
quedado estancados en el proceso. Consideran que el autoconocimento y la
autoaceptación son el mayor regalo del programa, pero no saben que éstos son
solamente el pricipio. Que el programa tiene mucho más que ofrecer y que la verdadera
sanación, el verdadero cambio y el bienestar permanente vienen solamente a
partir del sexto paso.

¿Cuáles son esos defectos de carácter de los que pedimos que
Dios nos libere? Los que descubrimos en el paso cuarto y compartimos en el paso
quinto.

La necesidad de controlar

El miedo

La inseguridad

La timidez

Los pensamientos negativos

Las percepciones negativas acerca de nosotros mismos

La incapacidad para poner límites

El odio

El resentimiento

El odio hacia nosotros mismos

La falta de confianza

La necesidad de ser perfectos

La necesidad de demostrar a los demás cuánto valemos

La soberbia

La agresividad

La vergüenza

La creencia de no ser merecedores de nada bueno

La desesperanza

La desesperación

El pesimismo

El miedo a comprometernos

El miedo a hacer las cosas

El miedo al fracaso

El miedo al rechazo

El miedo al qué dirán

La baja autoestima

El sentimiento de que no somos capaces

 

Este es solo un ejemplo, pero la lista es inmensa. Todos
esos pensamientos, sentimientos y acciones que nos perjudican, que nos frenan y
que no dejan salir el entusiasmo y la espontaneidad, deben irse. No tenemos por
qué cargar con un lastre pesado e incapacitante durante toda la vida. No
tenemos que quedarnos con lo que no nos sirve. La vida es corta y hemos venido
a este mundo a ser útiles y felices. Todo lo que nos aleje de la felicidad o de
la capacidad de rendir, no sirve y debe ser desechado.

En este paso, el paso seis, estamos dispuestos a que Dios
nos libere de estos defectos, es decir, no queremos aferrarnos más a ellos.

Probablemente en algún momento de la vida nos sirvieron. Nos
aferramos tan fuertemente a ellos, porque nos han programado con ellos, o
porque nosotros mismos los creamos para protegernos.

Probablemente las personas que debían enseñarnos a querernos
a nosotros mismos, no sabían quererse y nos enseñaron a odiarnos si no éramos
perfectos.

Probablemente descubrimos algún día que esperar lo peor nos
protegía de ilusionarnos y después decepcionarnos.

Probablemente algunas creencias como el no ser merecedores
de respeto se fueron arraigando después de haber crecido en un ambiente en el
que no se respetaban nuestros derechos o sentimientos.

Pero si estás en un proceso de recuperación y has hecho los
cinco primeros pasos ya no eres ese(a) niño(a) indefenso(a). Ya no dependes de
personas enfermas para ver tus necesidades emocionales satisfechas. Ahora estás
en un programa de recuperación y eres una persona adulta. Como adulto puedes poner
límites, protegerte y luchar por alcanzar tus sueños.

Ya puedes comenzar a soltar. Este es el paso en el que
soltamos esos sentimientos, pensamientos y formas de actuar a los que hemos
estado aferrados durante toda la vida. Este es el paso en el que nos disponemos
a ser liberados.

No te preocupes. No vas a perder tu esencia. No vas a dejar
de ser tú. No vas a perder. Vas a ganar. Vas a conservar todo lo que te hace
ser tú, pero dejando a un lado lo que te causa dolor. Y te garantizo que eso te
acerca mucho más a la felicidad que tanto has estado buscando.

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Espera el próximo sábado a las
10:00 am, Septimo Paso: «Humildemente le
pedimos que nos liberase de nuestros defectos»
© Alcohólicos Anónimos

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Ramiro Calderón

Mentorías en el Manejo de Adicciones

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