-Tengo miedo -Me dijo Nancy, -No sé qué quedará de mí. Creo
que mis defectos son los que me hacen ser quien soy. Si le pido a Dios que me
libere de ellos… ¿Quedaré como una zombie caminando por ahí e incapaz de
interactuar con mi entorno? ¿Quedaré como un cascarón vacío sin
esencia, ni sabor? ¿Me convertiré en una más de la masa indiferenciada,
consumiendo lo mismo que todas las demás, peinándome igual y caminando al mismo
ritmo y en la misma dirección?-

Esa es una de las principales preocupaciones de quienes
llegan a este paso habiendo hecho con solidez los pasos anteriores.

El séptimo paso de Alcohólicos anónimos dice: «Humildemente le pedimos a Dios que nos
liberase de nuestros defectos
«. Esta es una de las herramientas con mayor
poder de sanación en el programa.

Humildemente quiere decir que no le ordenamos a Dios que nos
libere de nuestros defectos, ni le gritamos, nos quejamos o nos victimizamos
porque no lo hace inmediatamente. Humildemente quiere decir que aceptemos que
nosotros solos no hemos podido, que le pidamos que «por favor» nos ayude él a
liberarnos de nuestros defectos, que nos muestre cual es nuestra parte en el
proceso, y que confiemos en que él hará su parte con mucho amor.

¿Cuáles son los defectos de los que hablamos? Los que hemos
descubierto en el paso cuatro, que compartimos y aceptamos en el paso cinco y
que luego estuvimos dispuestos a soltar en el paso seis.

Estos defectos son los que nos amarran, nos hacen esclavos,
nos condicionan y nos hacen reaccionar obligándonos a hacer lo que no queremos
hacer. Debemos confiar en que seremos más libres y felices sin ellos.

Este es el paso que nos transforma. Nos lleva a cambiar
desde lo más profundo, sin alterar nuestra esencia.

Los primeros Alcohólicos Anónimos sugerían entrar en una
habitación, y pedirle a Dios de rodillas que lo liberara a uno de sus defectos de
carácter, ojalá enumerándolos uno por uno: «Por favor ayúdame a liberarme de la
soberbia; por favor quítame este egoísmo que tanto daño les hace a quienes me
rodean; por favor libérame del egocentrismo que me mantiene encerrado dentro de
mí mismo; por favor elimina de mi ser la vocación de mártir y el convencimiento
de que vine a este mundo a sufrir; por favor borra todo vestigio del odio hacia
mí mismo», etc.

Nelly, una mujer codependiente que hizo el séptimo paso tal
como lo hicieron los primeros alcohólicos anónimos, me dijo: -Cuando estaba
arrodillada en la habitación pidiéndole a Dios que me liberase de todos mis
defectos de carácter, me preguntaba si la habitación se iluminaría como en las
películas y saldría transformada en otra persona. O si al salir a la calle una
luz del cielo me iluminaría, o si vendría un ovni y me conectaría electrodos
por todas partes y me reprogramaría, o si simplemente me iba a esfumar de la
faz de la tierra.-

Nada de esto sucede. Éste es un proceso gradual de
transformación espiritual. Simplemente confiamos en que Dios hará su parte y
nosotros seguiremos con calma, haciendo la nuestra.

No debemos autoexigirnos hasta la saciedad, ni darnos
garrote por no ser perfectos. Simplemente seguiremos adelante en nuestro
proceso confiando en lo que sucede dentro y fuera de nosotros.

¿Cómo hace Dios su parte? Se nos irá mostrando el camino de
una forma que antes no entendíamos. Alguien dirá algo en televisión que nos
tocará; encontraremos un libro; un amigo nos mostrará desde su experiencia lo
que necesitamos saber; se nos ocurrirá algo; aprenderemos algo de la
naturaleza, los árboles, las hormigas o el viento, haciendo asociaciones que
nunca antes se nos habían ocurrido; encontraremos un terapeuta, coach, o grupo
de recuperación; tomaremos conciencia de algún comportamiento compulsivo del
que antes no éramos conscientes; o simplemente nos tropezaremos con la misma
piedra un millón de veces, hasta que nos duela y decidamos esquivarla en el
futuro.

¿Y cómo hacemos nuestra parte? Estando dispuestos, con la
mente y el corazón abiertos. Leyendo el libro. Asistiendo a la sesión de
terapia, coaching o de grupo de apoyo, yendo a clase, observando, agradeciendo
por las señales que aparecen en nuestro camino.

No debemos temer. No quedaremos vacíos al ser liberados de
nuestros defectos. Esto irá ocurriendo poco a poco, y más que sentir que
nuestra esencia será arrancada de nosotros dejando un vacío, sentiremos que
estos defectos se irán convirtiendo en su contraparte positiva.

Poco a poco iremos recuperando al niño que hay olvidado en
nuestro interior. Iremos recuperando su espontaneidad, entusiasmo, alegría,
curiosidad, avidez por aprender, afán por crecer, etc., sin perder nuestra
esencia, eso que nos hace únicos.

Algunos rasgos de carácter se transformarán en otros más
adaptativos y amigables.

Por ejemplo, una necesidad compulsiva de controlar, con los
límites adecuados y basándose en el respeto, puede transformarse en habilidades
administrativas o de liderazgo.

El resentimiento, aprendiendo a poner los límites adecuados
en las relaciones, puede convertirse en amor, comprensión, aceptación y sentido
de autorrealización.

El odio hacia uno mismo, puede convertirse en amor hacia uno
mismo y los demás.

Muchos miedos desaparecerán gradualmente. Especialmente
aquellos que nos paralizan. Desaparecerá el miedo al fracaso, el miedo al
rechazo, el miedo al «qué dirán». Pero es seguro que viviremos mejor sin esos
miedos.

Lo que tenga que desaparecer, desaparecerá. Lo que se ha de
transformar, se transformará. También aprenderemos a aceptar. Este paso nos
permite resignificar nuestro pasado.

En mi caso personal, fui un niño con problemas de
coordinación y sobrepeso que usaba gafas. Eso me hacía sentir diferente a los
demás niños. Pasaba mucho tiempo solo.

Durante mucho tiempo me sentí una víctima de la vida y renegué
por esa etapa de mi existencia. Sin embargo, el aprender a estar solo me ha
servido para estudiar, aprender por mí mismo, leer, ser independiente, pensar
de forma independiente, crear, escribir (una de mis pasiones) y en últimas, ver
cientos de posibilidades en donde los demás sólo ven puertas cerradas, ver
esperanza en donde los demás ven oscuridad, ver hacia el futuro cuando los
demás están mirando hacia el pasado, y en resumen, sentirme mejor preparado
tanto intelectual como emocionalmente para este momento de cambio e incertidumbre
por el que está pasando la humanidad.

Por otro lado, no me molesta el polvo sobre las cosas. Mi
esposa me dice: -¿Cómo puedes recibir a las visitas con este mueble lleno de
polvo?-

Simplemente no me doy cuenta y probablemente no me interese
darme cuenta. Acepto eso de mí mismo y no me complico. Si algún día ha de
cambiar ese rasgo particular, lo hará. Por ahora estoy concentrado en cambiar rasgos
mucho más problemáticos que realmente me han atormentado la existencia.

Así es como funciona este paso. No nos elimina. Nos libera
de todas aquellas taras que nos paralizan y no nos permiten desarrollar plenamente
nuestro potencial.

Los pasos seis y siete son dos de los pasos más sanadores
que existen. Son los pasos en los que verdaderamente comenzaremos a
experimentar una transformación en nuestras vidas. Son los pasos en los que
humildemente pedimos ser transformados.

En los que pedimos ser liberados.

En los que pedimos ser cambiados.

En los que pedimos ser sanados.

Deja el miedo y atrévete a dar estos pasos. Son la piedra
angular de la transformación que ofrece el programa.

El programa no es solamente para dejar de beber, dejar a esa
persona, dejar de masturbarte, o dejar de comer compulsivamente. Es para
aprender a vivir feliz sin necesidad
de fulanito, drogarte o conectarte al computador.

Si hasta ahora has logrado una abstinencia y sientes que te conoces, pero crees que
la vida debe ser algo más que eso, probablemente estás preparado(a) para entrar
de lleno en el programa y sentir la verdadera transformación que éste produce.

Los pasos seis y siete son el centro de este cambio. A
partir de ahí es cuando comenzarás a ver los verdaderos milagros en tu vida.
¡Atrévete a hacerlos!

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Espera el próximo sábado a las
10:00 am, Octavo Paso: «Hicimos una
lista de todas aquellas personas a quienes habíamos ofendido, y estuvimos
dispuestos a reparar el daño causado»
© Alcohólicos Anónimos

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Ramiro Calderón

Mentorías en el Manejo de Adicciones

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