Este es el paso de dejarnos llevar. ¿Cuántas veces hemos escuchado:
Déjate llevar? ¿Cuántas veces nos hemos enojado al escucharlas?

¿Cómo podemos dejarnos llevar? ¿Cómo pretenden que ignoremos lo que está
pasando? ¿Acaso no nos entienden?

El décimo primer paso de Alcohólicos Anónimos nos dice: «Buscamos a través de la oración y
la meditación mejorar nuestro contacto consciente con Dios como nosotros lo
concebimos, pidiéndole solamente que nos dejase conocer su voluntad para con
nosotros y nos diese la fortaleza para cumplirla».

En este paso no solo nos dejamos llevar, sino aprendemos a confiar.
Aprendemos que somos parte del universo y fluimos con él.

Después de haber hecho los pasos anteriores, este es el paso que nos
lleva de la adicción a la sobriedad. No a una abstinencia a punta de fuerza de
voluntad, sino a una verdadera sobriedad en la que no volvemos a necesitar el
objeto de nuestra adicción.

Este paso nos permite pasar con una mayor aceptación por los momentos de
crisis, de escasez, de dolor. Gracias a él podremos saber cuándo es el momento
de soltar, ceder o rendirnos. También podremos saber cuándo debemos seguir
luchando, esperar, dar, recibir, expresar nuestra opinión, cuidar de nosotros
mismos o actuar de una determinada manera.

La oración es la forma como le hablamos a Dios, la providencia o el
universo. Cada quién lo hace al Dios de su propio entendimiento. Mediante la
oración le pedimos que nos muestre su voluntad y nos dé la fortaleza para
cumplirla.

Eso no quiere decir que no tenemos derecho a desear o a soñar. Podemos
contarle a Dios nuestros deseos y sueños… y luego le pedimos ver su voluntad y
tener la fortaleza para cumplirla.

Hay muchas formas de orar. Casi tantas, como personas. Podemos
escribirle cartas a Dios, podemos hablarle en voz alta, en voz baja o en
silencio. Podemos utilizar una serie de rituales o protocolos y también podemos
hacerlo informalmente como si habláramos con un amigo. Lo importante es no
dejar de ser nosotros y hablarle desde el fondo de nuestro corazón.

Carlos dice: «Yo toda la vida fui ateo. La pésima relación con mi padre,
hizo que nunca pudiera concebir a Dios como un padre amoroso. No puedo
imaginarme a un Dios con barba y bigote, ni con rostro humano. Hablo con el
Universo en la ducha. Es un sitio en donde estoy solo y sin interrupciones y
donde puedo tener un contacto consciente conmigo mismo y mis sentimientos,
todos los días a la misma hora; en donde me siento parte de la naturaleza, la
cual concibo como una fuerza amorosa, constructora y dadora de vida. Oro para
pedir su guía para ese día. Luego, al acostarme siento su manto protector y le
doy gracias por todo».

Lucy ora de una forma diferente: «Yo necesito orar cuando me despierto.
En ese momento es cuando más estoy en contacto con mis sentimientos. Cuando me
despierto siento miedo, o rabia, o alegría, y generalmente ese es el
sentimiento que predomina durante el día. Entonces le pido a Dios que me ayude
y me muestre su voluntad, especialmente cuando el sentimiento no me agrada. Eso
quiere decir que hay algo que tengo que procesar, trabajar o superar».

El hablarle y pedirle a Dios que nos deje conocer su voluntad, abre
nuestro entendimiento a las señales de la vida. Entonces estaremos listos para
la meditación.

Si la oración es la forma como le hablamos a Dios, la meditación es la
forma como Dios nos habla.

Hay diversas forma de meditar y cada uno es libre de hacerlo como mejor
se acomode a su carácter.

Algunas personas se relajan para entrar en contacto consigo mismos y sus
sentimientos. Otros leen libros de meditación. Otros escuchan grabaciones para
meditar. Otros utilizan los masajes terapéuticos, hay quienes utilizan los
saunas, los turcos, el ejercicio, o algunos rituales ancestrales. También hay
quienes simplemente caminan o salen a montar en bicicleta. Lo importante es que
cuando meditamos estamos en contacto con nosotros mismos y vemos las señales.

Así es como Dios, el universo o la providencia nos hablan. O, como
abrimos nuestra mente y corazón para entrar en sintonía con lo que Dios, el
universo o la providencia nos tienen que decir.

Como sea que hagamos la meditación, lo importante es que con ella
acallamos nuestra mente, nuestros pensamientos, y entramos en contacto con Dios
y con nosotros mismos.

Al respecto, María nos cuenta su experiencia: «Toda la vida había hecho
lo que los demás querían que hiciera, lo «correcto» o lo «conveniente» en cada
ocasión. Ahora la meditación me permite escuchar a esa parte de mí que ha
estado olvidada y que clama por ser atendida. De alguna manera, esa parte
gobernó mis acciones toda la vida para que yo buscara la aprobación, la
atención y el amor en los demás. Ahora me he dado cuenta de que nunca conseguí
esa validación que tanto buscaba y que yo misma tengo que dármela. Ahora le
reclamo al que me atropella, me consiento y me doy regalos en vez de andar
comprando amor con regalos, me doy gustos y evito situaciones que me incomodan.
Eso me ha hecho muy feliz y lo he conseguido solamente escuchando a esa voz
interior que toda la vida ignoré y gritaba pidiendo ser escuchada».

Sergio también nos cuenta la suya: «Yo solía pensar que ya había
desperdiciado mucho tiempo en mi vida y ya no podía hacerlo más. La meditación
era una pérdida de tiempo que no deseaba… hasta que tuve una úlcera sangrante
que me llevó a tomar las cosas con más calma. Comencé a caminar más despacio, a
ver el paisaje, y en poco tiempo estaba entendiendo muchas cosas que antes no
entendía ni aceptaba en mi vida.

Me pareció que mi comunicación con Dios era una especie de comunicación
satelital en la que él era el satélite.

Yo le enviaba mi inquietud, por medio de la oración, él la procesaba y
luego me mandaba la guía que necesitaba a través de un libro que me llamaba la
atención, una conversación con un amigo, una película, una gansa cuidando a sus
polluelos, o cualquier tipo de asociación que nunca se me había ocurrido antes.

Ahora he entendido que la oración y la meditación son dos herramientas
poderosas que me transforman.

Cuando estoy en una situación inesperada, caótica o dolorosa, recuerdo
que puedo confiar en el flujo de la vida. Estoy seguro de que cuando sea hora,
tendré la fortaleza para tomar las decisiones y ejecutar las acciones ante las
cuales me siento paralizado; recibiré el conocimiento, la habilidad, la guía o
la ayuda en el momento preciso. No antes, ni después. Si aún no puedo hacerlo,
eso quiere decir que todavía no es el momento… y cuando llegue el momento, lo
sabré.

Cuando no ha llegado el momento, puedo seguir viviendo mi vida y
actuando de la mejor manera de acuerdo a las herramientas, habilidades y
conocimientos que tengo hasta ese momento.

Este es el paso en el que se crea la verdadera disposición de soltar.
Cuando oramos, soltamos. Verbalizamos lo que nos preocupa, queremos o
necesitamos, lo sacamos de nuestra mente y seguimos adelante.

En ocasiones podemos sentir que nadie nos escucha. Que no llega ninguna
respuesta. Que después de meditar, nuestra vida continúa tan caótica como
antes.

Confiemos en que algo está sucediendo. A veces la voluntad de Dios es
que nos cuidemos. A veces, que llamemos a alguien o que leamos un libro. A
veces, organizamos el cajón de nuestra mesita de noche o simplemente no hacemos
nada. Hay que confiar en que eso es lo que necesitamos en ese momento.

Llegará el momento de hacer algo. Llegará el momento de hacer mucho. A
veces es más difícil no hacer nada, pero es probable que eso sea lo que
tengamos que hacer.

Confiemos en Dios y en la vida. Esa es la clave de la felicidad.
Confiemos en que estamos en el lugar en el que debemos estar para aprender lo
que tenemos que aprender. Confiemos en que las cosas que queremos llegarán; se
nos mostrará el camino.

Esa es la magia del paso once. Te invito a que lo hagas. Te llevará a
donde tú quieras… y lo mejor de todo… disfrutarás el camino.

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Espera el próximo
sábado a las 10:00 am, Décimo Segundo
Paso: «Habiendo obtenido un despertar espiritual como resultado de estos pasos,
tratamos de llevar este mensaje a los alcohólicos y de practicar estos
principios en todos nuestros asuntos»
© Alcohólicos Anónimos

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Ramiro Calderón

Mentorías en el Manejo de Adicciones

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