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Hola a todos,

Ya estamos acercándonos al final de la historia de codependencia de Bethy. Espero que a muchos les haya servido para recordar eventos de sus propias vidas y para saber que hay una esperanza. Hay una solución.

  • Capítulo VIII

Una tabla en medio de la tormenta

Me involucré más en la internet y me interesé en alguien, que al principio nunca me gusto. No sé si pueda decir que me enamoré, y lo digo porque no imaginaba mi vida con otra persona.

Era hermoso ver que me trataban con ternura, y podría estar sólo refugiándome en alguien que me decía cosas bonitas mientras mi pareja me hacia padecer. Sin embargo, no fue solo por palabras hermosas. Creo que hubo más que eso. Había química. Me gustaba charlar con él. Era diferente, inteligente, maduro, trabajador y algo parecido a mí.

Llevaba dos años de conocerlo. Era un hombre respetuoso e incapaz de decir una palabra ofensiva. Sentía que me valoraba. Por lo menos me decía que debía tratarme bien a mí misma. Era muy difícil saber qué sentía por alguien que sólo veía en una pantalla. Sabía que era una persona buena, pero sentía que estaba confundido, igual que yo. Después de varios meses de conocernos decidió que no quería seguir con esto y me borró de su lista. Me sentí sola en ese momento en que tenia más líos en mi hogar pero pronto pasó. Unos meses después regresó porque según él no se podía olvidar de mí. Yo acepté porque mi vida seguía enredada y charlar con él era algo que me tranquilizaba.

Carlos tomó la decisión de asistir a un grupo de apoyo llamado NA. Me llevó para mostrarme y presentarme el lugar al que asistiría.  Fui con molestia. De nuevo haría algo que no deseaba solo para que su familia creyera que por fin estaba tratando de salir de su adicción. Me presentó con el terapeuta que lo trataría. Éste me preguntó si yo era feliz y sólo sonreí en forma de burla. Él respondió: – Claro que no podrías ser feliz con un hijueputa como éste. – Es su forma de hablar, pero tenía toda la razón. El primer mes asistiendo tuvo dos consumos. Luego paró por 8 meses. Fueron meses de tranquilidad para mí, pero entonces salió algo a flote. Tenía una deuda de más de 25 millones de pesos, los cuales había prestado para su consumo y para cumplir en casa cuando se gastaba su sueldo. Vendimos un terreno el cual estuvimos pagando durante cinco largos años, para sólo abonarlo a sus deudas. Eso me dio durísimo. Pero qué más se podía hacer… Privarnos de muchas cosas para comenzar a pagar esa deuda.

El agobio era cada 14 días cuando le pagaban su sueldo y había que dárselo casi todo a los prestamistas. Al principio sentía desconfianza y miedo cuando Carlos salía, pero después estaba calmada y sentía que sí iba a volver a casa a dormir, y así sucedía. Me comencé a enamorar de nuevo de Carlos. Para esta época, Carlos tuvo una arritmia cardiaca debido a tanto tiempo de consumo y estrés. Estuvo en cuidados intensivos y sentí pesar por él. Verlo así, tan indefenso… Además, no era justo que le pasara algo cuando estaba intentando cambiar su vida y la de nosotros.

Marcelo había terminado de nuevo conmigo, creo que no estaba de acuerdo con seguir una relación con alguien que tenia pareja y lo entendí, la verdad me dolió menos que la primera vez y era la oportunidad de afianzar mi relación con mi pareja. Me gustaba verlo comprometido con nosotros.  Llegaba a casa en todos sus descansos, y aunque estaba endeudado pasaba tiempo con nosotros. Un fin de semana podíamos ver la tv juntos. Mis hijos estaban contentos. Hablábamos más y llegué a decirle algo que nunca antes me había interesado expresar, ni hacer: -¿Quieres casarte conmigo?-

Mi hermana estaba de vacaciones, y fuimos a barranquilla. Allí hubo una fiesta de cumpleaños y después de tantos años sentí ganas de compartir con mi familia. Como Carlos no pudo asistir por su trabajo, al día siguiente lo llamé pero no me respondió. Llamé a la empresa y no me dieron razón de él. Me mentían diciendo que se encontraba lejos de ellos y no podía pasar a la llamada. No era cierto. Imaginé lo que sucedía y pasé un día angustioso. Al regresar a casa confirmé mis sospechas.

Se fue a consumir. Yo no podía discutir con él sobre el tema. Mi hermana estaba de visita en casa y mi familia nunca ha sabido de su consumo. Mi mamá lo adora, y él también a ella. Para toda mi familia él es un buen marido. Creen que me gané la lotería con él, y de hecho no puedo negar que es un buen hombre. Ha vivido enfermo, pero siempre, en medio de su consumo, ha sido responsable con sus hijos. Es un hombre sensible al que le encanta ayudar a las personas sin pensar en recibir nada, inteligente, que ama y respeta mucho a su mamá. Pero lastimosamente su enfermedad arrasa con todo y para mí, que soy la más afectada me hace olvidar las cosas buenas que tiene.

Iba a salir con mi hermana y él pretendía que después de lo que hizo, lo invitara. No quería ni verlo. Salí con mi hermana a un karaoke. Me hizo varias llamadas, tratando de manipular con los niños; decía que ellos preguntaban por mí. Que excusa más tonta. Luego, cuando no le resulto solo le quedó decirme que era una zorra y puta. Tenía que sonreír. No quería que mi hermana se diera cuenta de lo que pasaba. Cuando llegué a casa me ratificó lo que me había gritado por teléfono.

Me gritaba que me callara. Era él quien tenía que callar, y solo me ofendía por salir un rato con mi hermana. Siempre se ha imaginado que cuando salgo, que son pocas veces, salgo a vengarme de él. Tal vez piensa que tendré sexo con alguien, pero nunca ha sido así.

Desde ese momento el fastidio y la desconfianza empezaron de nuevo. Más que su consumo, lo que me duele es su maltrato verbal. Las cosas comenzaron de nuevo a estar mal. Mi desconfianza despertó. El amor virtual regresó y de nuevo me enredé.

Después de hablar varios meses me sentía más enamorada de mi amigo de internet. Ya no estaba tan lejos. Había regresado a su país y era más fácil poder conocernos. No sé si uno pueda amar a alguien solo con verlo, pero muchas veces lo sentí. Y como nunca me había pasado, él me decía repetidamente lo mucho que me amaba. No sé si sólo he vivido refugiada en su amor por todo lo que estoy pasando. No lo creo; pero igual no puedo salir de esa relación.

Decidimos conocernos en Bogotá, pero a pesar de que avisé con unos meses de anticipación que viajaría, a Carlos en el momento del viaje no le gusto la idea, y decidió que no iríamos. Que si quería viajar tendría que trabajar. Eso me hizo sentir más humillada. ¡Como si no trabajara en casa!

Le dije que estaba harta de que eél quisiera manejar mi vida; que si había estudiado después de vieja era porque él nunca me había apoyado. Siempre pensó que yo me iría a la universidad a rumbear y buscar amante. Me gritó: -No te estoy pagando la universidad hijueputa malparida.- Callé y en mi pecho se formo un dolor infinito.

Al ver la forma como me humillaba y me irrespetaba, sólo baje las escaleras y dormí en el sofá. En realidad no dormí. Lloré muchísimo, como hacía rato no lo lloraba. No podía calmar mi llanto. Sentía impotencia y rabia de verme en esa situación. Desde ese día nuestra relación nunca volvió a ser la misma. No nos comunicábamos. Sólo hablábamos para arreglar cuestiones sobre los gastos de la casa.

Sencillamente mató mi amor por él. No me interesaba lo que hiciera. Era indiferente con él y actuaba sin pensar en él. Sabía que tenía que tomar decisiones y la más correcta debía ser, comenzar por decir lo que sentía, y hacer lo que quería… Y lo que más quería era estar sola.


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Ramiro Calderón

Mentorías en el Manejo de Adicciones

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