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A pesar de que hace rato está en cuestión la teoría de la comunicación de masas, algunos exhibidores cinematográficos aun hablan del cine «para todos», partiendo de la base de que ciertas películas (los blockbusters de Hollywood) nos gustan a todos.  Este asunto va más allá de una clasificación de las historias, tiene que ver con la idea de que el público siempre va a cine a ver las mismas películas.

Yo también me divierto con los chistes y efectos visuales de los superhéroes de Marvel, pero muchas veces quiero ver historias que me dejen pensando después de salir de la sala, que me emocionen o me lleven a otras épocas y me gustaría pensar que no tengo que hacer maromas para encontrarlas o buscar horarios complicados para verlas.  Por supuesto no se pueden desconocer los buenos esfuerzos de los exhibidores pequeños y algunas buenas iniciativas de los más grandes (que he reconocido muchas veces), pero aun la oferta es insuficiente y en algunas temporadas la variedad brilla por su ausencia.  Que en un multiplex, más de 7 salas presenten la misma película no tiene presentación, deberían tener por lo menos una para un contenido diferente.

Esta situación, por supuesto, no es gratuita ni producto del azar.  Obedece a un plan sistemáticamente cumplido desde la MPAA (Motion Picture Asociation of America), que agrupa a las llamadas «Big six majors», las seis compañías de entretenimiento más grandes del mundo que monopolizan entre el 70 y el 90% del mercado cinematográfico mundial (en nuestro país con seguridad debe estar cercano al 90).  Traducido al terreno de la vida cotidiana esto implica que en este momento, en una ciudad como Bogotá, películas como Avengers: la era de Ultrón y Rápidos y furiosos 7 estén presentes en casi todos los multiplex de la ciudad y en la gran mayoría o en todas las salas. Esta situación es aun más crítica en el resto del país.

Nadie niega que las películas de Hollywood pueden ser a veces divertidas (aunque cada vez menos), pero pensar que el público prefiere siempre lo mismo es desafortunado y obligarlo a preferirlo es perverso.  Después de ganar el Oscar como mejor director, Alejandro González Iñarritu dio unas polémicas declaraciones sobre este tema, al afirmar que las películas de superhéroes «tienen veneno, son genocidio cultural, porque la audiencia está tan sobreexpuesta a esos argumentos, a esas explosiones y a esa mierda que no significa nada sobre la experiencia de un ser humano».

Tweet mexicano apoyando las palabras de Iñarritu.

El cine es arte, cultura y entretenimiento. El concepto de arte cinematográfico es complejo y no se limita a las llamadas películas de «autor», porque estaríamos cayendo en la trampa de relacionar el arte con las élites. El arte mueve las fibras más íntimas del público, provoca, emociona y genera reflexiones.  El arte en el cine no debería ser sinónimo de fracaso de taquilla, pero es necesario romper el círculo vicioso de exhibidores que proyectan películas que «le gustan al público», que las ve porque es el tipo de cine que siempre ha visto.

El cine es también parte de la cultura de cada sociedad, es reflejo de la identidad y memoria de los pueblos.  Este ingrediente siempre ha hecho parte de la identidad del cine latinoamericano que usualmente ha reflejado la vida cotidiana, costumbres e idiosincracia de las comunidades y manifestado posturas socio-políticas contundentes, con un resultado cada vez más pobre en taquilla, debido a la «deformación de públicos» impartida desde Hollywood y dirigida de manera exclusiva a que los espectadores se diviertan y «pasen el rato».

El entretenimiento, por su parte, también debe estar presente en el cine, pues no se trata de que las películas «interesantes» sean somníferos insoportables y en este punto también es necesario que el cine latinoamericano se zafe de otra condición que se impone sutilmente desde afuera y es la de hacer películas «festivaleras», que a veces parece sinónimo de películas lentas, aparentemente profundas pero en el fondo insulsas y pedantes. Para hacer cine de autor, primero hay que ser autor.

El cine es arte y entretenimiento, es industria y cultura, es negocio y ventana al mundo; por eso no debería privilegiarse una sola mirada frente al mismo.  Buenas y malas películas se hacen en Hollywood y en Europa.

Es bueno que se sigan presentando historias entretenidas para el público en general, pero que bueno sería que ese mismo público tenga también acceso a otras historias que le permitan pasar un buen rato, mientras mira esa ventana al mundo o ese espejo que traen consigo las buenas películas.

Pd: Me sorprende que una película como Rápidos y furiosos 7 logre ser una de las más taquilleras de la historia después de los flojos resultados de calidad de las anteriores, solo por el morbo de ver a Paul Walker «revivido» en la pantalla.

Acabo de publicar el artículo ¿Va el cine colombiano hacia su madurez? en la revista Anagramas. Aquí lo pueden leer.

Para ver otros textos sobre cine y cultura visita Jerónimo Rivera Presenta

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Jerónimo Rivera

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