Más allá de si se trataba de un juego para invocar a los espiritus de ultratumba o una estrategia de mercadeo, lo cierto es que esta situación es una oportunidad de mejorar nuestra tarea como padres de familia.
Charlie-Charlie es un juego que consiste en poner en equilibrio dos lápices en forma de cruz encima de una hoja dividida en cuatro con las palabras “Sí” y “No”, las cuales utilizará ‘Charlie’, un «demonio», para responder a las preguntas que le hagan. Todo comenzó en las redes sociales en Estados Unidos, cuando la productora Warner Brothers inició la promoción de su película “La Horca”, en donde la trama hace referencia al juego, tipo ouija casera.
Fue noticia toda la semana pasada: convulsiones, desmayos, asombro, terror, espiritus, lápices que supuestamente se mueven, exorcismos, niños engolosinados, enfermos, poseídos y padres de familia sin capacidad de reacción o en el peor de los casos desenterados de este tema, fueron algunos de los aspectos que envolvieron a los medios que se hacen agua la boca con estos temas.
Pero a pesar de lo crudo que pueda sonar esta situación, que incluso, dicen algunos, ha llevado al suicidio a varios adolescentes, Charlie-Charlie nos deja grandes enseñanzas a los padres de familia sobre nuestro ausentismo, ese desinterés en los asuntos de nuestros hijos, y especialmente esa loca idea que tenemos de ser los mejores padres y seres humanos cuando le regalamos a los niños todo tipo de dispositivos con un plan ilimitado de datos sin ton ni son.
Primera lección: La soledad no deja nada bueno
Para muchos padres de familia, el cuidado y supervisión de sus hijos no es una tarea sencilla de realizar. El trabajo, las distancias, el tráfico, las cuentas y demás son obstáculos para poder estar con sus hijos el tiempo que quisieran. Pero también es una dolorosa realidad que para algunos padres el ser solamente proveedores, darles un techo, ropa y comida es más que suficiente para decir «misión cumplida». Y ni hablar de aquellos que creen que comprándole a sus hijos toda clase de dispositivos con planes de datos ilimitados, por aquello del mito del «chip tecnológico», cumplen con su tarea educativa, abandonándolos a su suerte en medio de sitios web y aplicaciones, sin tener el menor cuidado de supervisar qué hacen y con quién o quiénes se conecta en la red.
Con urgencia, como sea, debemos recuperar el tiempo con nuestros hijos, acompañarlos, guiarlos para el uso seguro, constructivo y responsable de las tecnologías y para todas aquellas situaciones propias de la vida.
Segunda lección: El colegio, un apoyo fundamental
Una compañerita de mi hija en el colegio, de 9 años, llegó con el cuento de Charlie Charlie. Invitó a varias de sus amigas a que lo jugaran. Dos de ellas dieron aviso a las profesoras puesto que en casa les habían hablado de los riesgos de esta actividad. El colegio tomó cartas en el asunto, reunió a las niñas en su totalidad y les explicó qué peligros corrían. Pero esto no pasa en todas las instituciones, algunas de ellas más pendientes del pago oportuno de la pensión que del bienestar de la persona. Y peor cuando la comunicación familia – colegio es nula…
La familia, como educadora natural y principal de la persona humana, debe contar siempre con el apoyo y complemente del colegio en el cual estudian sus hijos para manejar conjuntamente este tipo de situaciones y otros que se pueden presentar.
Tercera lección: En el mundo virtual también hay riesgos
Se nos metió en la cabeza que lo virtual no representa ningún riesgo más allá de insultos, fotos indebidas, algún tipo de fraude, entre otras cosas, pero, conscientes de ello, publicamos más de la información necesaria, exponemos nuestra intimidad, publicamos información de nuestros hijos, geolocalizamos las imágenes e incluso compartimos datos relacionados con direcciones, cuentas, horarios y más.
Cosas como el cibermatoneo, el sexting, la pornografía infantil en línea y mucho más, nos deben servir de ejemplo y espejo para por fin ser conscientes de los riesgos que existen en la web.
Así como cuidamos a nuestros hijos de los peligros del mundo real, por ejemplo que no hable con desconocidos, debemos ejercer los mismos controles preventivos para el mundo virtual.
Cuarta lección: No menospreciar las situaciones
¿En cuántas ocasiones nuestros hijos quieren comentarnos alguna situación y no prestamos atención o no le damos la importancia que merece? Y solamente reaccionamos cuando ya no hay nada que hacer.
Supe un caso, de una niña de 15 años, quien en estado depresivo intentó suicidarse tomando una enorme cantidad de pastillas y calmantes. Una amiga advirtió la situación e informó a la mamá quien encontró a su hija vomitando y mareada. Simplemente le dijo: «Cuando mueras me avisas, antes no me hagas perder el tiempo».
Una de las tareas fundamentales de los padres de familia es prestarle atención a sus hijos, escucharlos, para así conocer cómo están, qué viven, sienten, piensan y aspiran. ¿Si no es conversando, atendiendo sus inquietudes, cómo más? Ese lazo es irrompible, nadie lo puede cortar y genera un hermoso vínculo entre los padres y sus hijos.
Abramos espacios de diálogo frecuente, demos la importancia que cada situación requiere y evidenciemos un total interés por sus cosas.
Quinta lección: Más amor, menos chips
Al amor no lo reemplaza nada; al amor, al verdadero amor no lo sustituye ni el más avanzado de los computadores, ni la tableta más potente ni la aplicación de moda. El amor de un padre o de una madre no puede ser sustituido por chips, alumimio ni una inentendible red de unos y ceros.
Dejemos atrás, bien atrás, esa creencia que «a la falta de afecto y tiempo, bueno están los objetos». Los niños son felices con aparatos y dispositivos, pero saben en su corazón que lo tuvieron todo materialmente hablando menos familia, y eso les duele, es una herida para siempre.
Para finalizar, Charlie-Charlie no vale la pena. Como tantos, son viles estrategias comerciales tras nuestra atención y dinero. Pero la Familia-Familia es un bien incalculable, un bien útil para la sociedad. Y está en nuestras manos mantenerla como el mejor blindaje posible para que nuestros hijos no caigan en la trampa de los malosos y tramposos del más allá y del más acá.
Nota: Imagen tomada de www.cosasdeeducacion.es
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