Recuerdo que fue una mañana de sábado placentera. Con mucho sol. Sin trabajo. Sin afanes. Estábamos en la sala de nuestro apartamento y sonó, en el computador, Dancing queen, del grupo Abba. Anto sonrió y empezó a moverse. A danzar. Luego me ofreció sus manos. Y me hizo(...)
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